Midú y Junco integran el anuario 2017 del INCAA

- Publicidad -

 En la sección “Conversaciones” se destacan entrevistas a más de veinte protagonistas del mundo del cine argentino –actores, directores y directoras, productores, guionistas, distribuidores y exhibidores– quienes cuentan sus experiencias y comparten sus miradas sobre la actualidad de la industria nacional e internacional. Se trata de una charla con los creadores y participantes de algunas de las películas argentinas más resonantes del año: “Mamá se fue de Viaje”, “Soldado Argentino solo conocido por Dios”, “Zama”, “Yo soy así: Tita de Buenos Aires”, “Alanis” y “Vuelo Nocturno”.

Entrevista completa de Patricia Moro a Fabio Junco y Julio Midú, de la productora cinematográfica MIDU JUNCO PRODUCCIONES SRL

Patricia Moro: Me encantaría que se presentaran, que contaran quiénes son, de dónde vienen…

JULIO MIDÚ: Soy director de cine y productor. Vengo de Saladillo, desde donde nació el movimiento “Cine con Vecinos” hace ya más de veinte años. En realidad fue el primer paso antes de llegar a la industria. El gran salto lo dimos en el 2011 cuando hicimos “Hermanitos del Fin del Mundo”, que fue nuestra primera gran película con distribución de Buena Vista Internacional. Pasamos del cine con vecinos a Buena Vista Internacional sin escalas. Y después de varios años de estar en relación con distintos directores a través del Festival de Cine que hacemos en Saladillo llegó la oportunidad de “Soldado Argentino Solo Conocido por Dios”, que también nace de un vínculo con Rodrigo Fernández Engler, un director que conocimos a través del Festival. En una de las primeras ediciones ganó un premio con una película, también sobre la Guerra de Malvinas, pero totalmente independiente. Y a partir de ahí ese nexo para poder llegar a lo que es “Soldado Argentino sólo conocido por Dios”.

- Publicidad -

FABIO JUNCO: Yo en realidad no tuve ni padre ni madre que me llevaran al cine, no tengo ninguna de esas historias románticas que te acerquen al cine. En realidad nunca tuve ningún vínculo más que de espectador en Saladillo: un pueblo donde hubo cine hasta que yo tuve nueve años. Después lo conocí a él, que estaba haciendo telenovelas en Saladillo con los vecinos y ahí fue que nos juntamos para hacer lo que primero fue lo que en ese momento llamábamos “telefilm”. Era hacer unos ochenta minutos de ficción, pero era raro. Porque se llamaba “telefilm”, se pasaba en el canal, pero a la vez queríamos hacer una función en el cine, que estaba cverrado en esa época. Así empezó. Ahí me acerqué a él y empezamos a hacer cursos de guión con Luis Boero en APTRA. Hasta que después entramos a la Escuela de Cine. En algún momento entramos como alumnos a la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica. Pero ya habíamos hecho quince películas. O sea que llegamos justo antes de seguir haciendo más daño… Y eso fue lindo porque también notás que tenés un techo. Para nosotros, hacer fue la mejor escuela. Pero cuando estudiás acomodás todos “los patitos” que estaban todos sueltos y a todo le encontrás una unicidad. Eso fue lo más valioso de la escuela. Ahora que somos docentes siempre le decimos a los alumnos: es mitad y mitad. O sea, es interesantísimo el ambiente académico, se aprende tanto en los pasillos como en las aulas. Hicimos “Cine con Vecinos” y lo seguimos haciendo. Hemos hecho ya veintisiete películas. Con la Industria hemos estado así, empezando con esa gran película y ahora con cierta

frecuencia. Tenemos siete películas comerciales hechas.

¿Y el Festival surge como necesidad para mostrar todo ese trabajo que estaban haciendo? ¿Para incorporar otro material que se hacía en las mismas condiciones que en “Cine con Vecinos”?

 

JM: Es que en realidad el Festival surgió porque nosotros estábamos en Saladillo y hacíamos nuestras películas. Pero de pronto, a partir de una explosión de medios periodísticos que tomaron nuestro caso para la prensa, empezaron a aparecer en distintos lugares de Argentina jóvenes que hacían lo mismo que nosotros en su pueblo. Eran películas que se hacían y morían también en sus pueblos, que se proyectaban una o dos veces y quedaban ahí. Entonces nosotros, que teníamos ya un antecedente para los largometrajes, hablamos con la Municipalidad y dijimos: “¿por qué no generás –ya que tenemos el antecedente y los medios que nos están acompañando– un festival donde empiece a circular todo ese material?” Y lo que iba a ser a largo plazo, al año siguiente se generó. Y parece que no, pero el festival fue muy importante en ese sentido. El festival lo que hizo fue motivar a todos los directores que tenían una película. Al tener una pantalla todos los años, empezaron a generar producciones nuevas. Esos directores que tenían una sola película de pronto hoy, después de quince años, ya tienen tres o cuatro largometrajes y no ven tan lejana la posibilidad de llegar a la industria. Nosotros desde el Festival lo que intentamos también es acercarlos a ARGENTORES, DAC y a distintas entidades para que los pibes vean que no es tan difícil acceder. Porque uno desde el interior cree que “bueno, no, eso siempre le toca a los mismos, eso es muy selecto…”. Y no solamente con las entidades; también llevábamos como jurado del Festival a personajes importantes de la industria que empezaban a ver ese material. Muchas veces se encontraban también con guiones interesantes. Entonces empezó como un mix muy loco, al principio en el Festival, que llevó a que los directores puedan dar el salto a la industria. ¿Y cómo se fue armando “Soldado Argentino sólo conocido por Dios”

FJ: Es una película que se separa en términos de producción del grueso de las películas que se hacen en la Argentina. Porque necesita de una pata institucional que hay que trabajarla desde producción. En este caso con el Ejército, con la Armada, con la Fuerza Aérea. Hay que construir todo desde cero, combatir prejuicios de ambos lados. Porque para un alto mando del Ejército de la Armada o de la Fuerza Aérea, hablar con unos “pibes de cine” es una rareza. Entonces hay una serie de barreras; no es como una barrera de coral, pero sí de prejuicios que hay que combatir. Llevó muchísimo trámite de negociación antes de empezar a decir dónde vamos a filmar. Porque es un proyecto muy grande que sólo se puede empezar a soñar cuando tenés el “ok” de un montón de cuestiones como locaciones, vestuario… Además, las armas que se usaron en ese momento: en algunos casos las conseguís rapidísimo con un hombre que colecciona y podés acceder; en otros los tenés ahí a mano, pero hay que gestionar once mil papeles para obtener los que están en el Estado o los que están en el Ejército. Así que es una película rara. Si vos mañana querés hacer Jurasic Park creo que es más fácil… ir a una selva y conseguir hacer los muñecos con animatron. Pero conseguir que tengas los permisos, que tengas la utilería… La utilería es increíble, porque tenés más que nada vehículos de acción. Tener un VAO –esos como tanques de guerra que andan en el agua– requiere una serie de autorizaciones. Así que hubo mucha preproducción, casi dos años. Y en un momento dado, cuando ya tenés el grueso de la parte institucional o burocrática allanada, empieza la película. Empezás y tenés que coordinar. Porque se hizo en tres lugares distintos: cerca de Bahía Blanca, en Comodoro Rivadavia y en Los Gigantes en Córdoba. Toda película argentina tiene generalmente tres o cuatro lugares de locación. Pero acá además estábamos atados a fechas y condiciones climáticas. Yo me acuerdo que en Comodoro Rivadavia había que ver el tema de las mareas para que los VAOs quedaran ahí varados. Un montón de cosas que uno no tiene en cuenta en una película normal. JM: Sí, todo un tema también de preparación física. También en eso ayudó mucho el Ejército, porque no es una película que dijéramos “bueno, mañana se empieza a filmar, traigan la ropa y empezamos…” Los actores tuvieron una semana de entrenamiento militar, levantándose a las seis de la mañana, haciendo el servicio militar. Como colimbas, comiendo como ellos. Cuando se terminó de escribir el guión el Ejército pidió para leerlo, para ver de qué iba. Y más allá de ponerse a disposición, hicieron todo lo posible para sea realmente verosímil y esté a la altura de las circunstancias. Nadie duda del talento de los actores, pero hay cuestiones físicas que sí o sí tienen que estar a la altura de la película. Si no, hace que se caiga. Muchas proyecciones se hicieron frente a ex combatientes. Y realmente vos los veías en algún momento, sobre todo en la proyección de Saladillo, donde caminaban por los pasillos y decían “estuvimos a punto de no soportarla más porque era muy verosímil”. El decorado, la escenografía, los pibes, el vestuario…

FJ: Lo primero que hacen en las películas es decir “uy, mirá usaron esta ropa, uy acá…”. Empiezan a ver la mentira del cine. Acá estaban azorados porque la ropa que veían era verdad, era la misma de la guerra, la de los ingleses era de ingleses de esa época. Eso también es un premio que por ahí no lo ve el gran público. Pero gente tan específica como los héroes de Malvinas que ven la película y, más allá de lo emocional, se quedan sorprendidos de lo riguroso de la cuestión del arte. También es valioso porque hay parte de mecanismo de producción. Producir una película bélica en Argentina y no poner un poquito de rigor puede llegar a ser un desastre, más allá de la historia que cuentes. Si no le ponemos rigor al vestuario, la película es “hagan de soldaditos”. Así que en eso estamos muy conformes. Rodrigo, el director, también. Porque uno puede tener la historia más emocionante, pero en este caso de película bélica histórica, anclada en el 80. Si la pifiaste con una cantimplora ya se te arruinó la película. Y por ahí mi tía no se da cuenta, pero la ven los héroes de Malvinas y ya no lo creen.

JM: Es jugar con fuego. La hemos pasado en muchos lugares. Me acuerdo en Villa María eran como treinta los excombatientes. Cada vez que uno la presenta ante los héroes de Malvinas te aflojás los tornillos, puede pasar cualquier cosa. Puede que no les guste, que les duela. Y puede que se levante y se vaya porque no lo soporta. O sea, es muy sensible. Son espectadores muy especiales. La película va más allá del espectáculo, me parece un objeto de arte histórico. ¿Y se cumplieron las expectativas respecto, ya no a este público tan especial, sino en el lanzamiento comercial? FJ: La parte del lanzamiento que fue genial…

JM: Sí, nosotros hicimos un lanzamiento atípico para lo que es el cine nacional. Tuvimos la suerte de encontrar un socio que se interesó: la Fundación Criteria se sumó al proyecto de una forma que cualquier productor espera, con todo. Lo cual hace que uno se sienta de otra forma. Uno cuando hace una película la hace definitivamente para que llegue al público, no para otra cosa. Y encontrar un socio que te diga “no pensemos en el dinero, vamos a invertir en el lanzamiento en afiches, promoción…” fue muy interesante. No fue tan fácil la conquista de la distribución. Tuvimos varios intentos por distintos lugares, por la idea de conseguir quien la distribuya. Por suerte encontramos en Pascual Condito, una persona que realmente, independientemente del negocio, se puso la camiseta de “Soldado Argentino”. Lo hemos visto pelear día a día todo, la sala, los afiches, cosa que en películas anteriores no nos había pasado con distribuidoras grandes. Con esta distribuidora tuvimos un mundo nuevo –también atípico en el Cine Argentino, o por lo menos en lo que era nuestra experiencia– de sentarnos en mesas semanales de trabajo para decir cómo vamos, por dónde va la campaña, redes sociales, cómo van por los canales, dónde invertimos, la plata alcanza para esto y no para esto… Ese trabajo fue fascinante para nosotros como productores porque no lo conocíamos. Esta cosa de pelear el mercado que más le convenía a la película. Me parece que fue la cosa que más nos permitió crecer y conocer. Y eso me parece que es muy valioso para el cine argentino. Que el productor también pueda estar cara a cara con un distribuidor, viendo cuál es el camino que recorre tu película. No sólo el camino sino también lo que necesita. Porque no todas las películas necesitan el mismo recorrido, y eso me parece que a nosotros nos sirvió mucho. Fue muy duro igual. Fue muy duro porque fue pelear día a día los carteles, un cartel de la calle, pelear un día a día una sala para que no te baje, para que sí, para que no, que la avant premiere… Pero repito: por suerte tuvimos estos socios que nos pusieron también esta idea de “hagamos una semana a semana”. Durante cuatro meses estuvimos armando el lanzamiento, juntándonos, discutiendo todo.

FJ: Y en realidad fue un avance para nosotros. Termina la película y empieza la vorágine. Para mí fue fantástico cómo aprendimos. Obviamente porque tenemos un socio que pudo pagar eso. Porque si evaluás, tuvo casi sesenta y pico de mil espectadores… Esperábamos más. Esperábamos como tres, cuatro veces más. De hecho hay una cifra que podés comparar: el trailer oficial subido tiene casi cuatrocientos mil views y la vieron sesenta mil personas. Sentimos, mucho más de lo que uno puede creer, lo difícil que es la exhibición en la Argentina. Lo que hay que laburar. Esto va más allá de la distribuidora, que en este caso fue Primer Plano. Hay que echar mano a la inteligencia para contrarrestar todo lo que se pueda. No todas las películas se tienen que hacer con Darín, ni hay que ir al camino fácil de una estrella para que la película tenga más de cien mil espectadores. Va mucho más allá: qué quiero contar y con quién lo quiero hacer. Nuestra película creo que tuvo todo lo que había que hacer. La primera guerra fue hacerla y la segunda guerra, fascinante, fue tratar de estar tres semanas o cuatro en las salas.

JM: Yo puedo decir que me siento orgulloso. Fue una película que desde el día uno estuvo pensada en llegar a los espectadores. En ningún momento fue concebida para decir “bueno, hagamos la película, si va gente, va; si no va, no va.” Trabajamos hasta el último día en que llegue a la gente, en la prensa, en la distribución, buscando las salas. Independientemente del resultado o no, me siento orgulloso de estar en una película donde hubo un equipo de trabajo impresionante al servicio de que la película llegue a la gente. Acá, en Salta, en el Sur, en todos lados. Y eso me parece que también es una de las cosas que los productores pensamos. Las películas se hacen para llegar a la gente, si no, no tiene sentido. Movimos todos los engranajes para que funcione. Si vos la ves, es una película que no tiene nada que envidiarle en cuestiones bélicas a una película de afuera. Entonces, desde ese lado yo me siento tranquilo. ¿Pudo haber llegado a más gente? Sí. Pero nosotros la hicimos pensando en el público.

FJ: Un detalle está en el afiche. El afiche fue hecho con una empresa de las más reconocidas. Había otro, pero no era el que deseábamos. El afiche que vos ves de “Soldado” es de otra dimensión. Parecía la guerra de Irak. Está pensando en el estadío final, que es atrapar al espectador. Por lo menos que entre a la sala. Después que nos mate y se vaya. Por suerte no sucedió. Pero sí sabíamos que eso era parte también del proceso completo. A veces a los alumnos les decimos: tenés el guión, tenés cómo vas a hacer cada plano… ¿tenés idea de cómo hacer el afiche? Y te pueden decir “no, hay gente que se encarga”. Sí, hay gente que se encarga y mejor que lo haga esa gente, pero empezá a pensar un afiche pensando en el espectador, porque es parte del proceso. JM: Por suerte también contamos con Rodrigo, el director, que también es productor como nosotros. Una persona con la que podíamos trabajar a la par. En ningún momento fue una estrella que ponía sus límites. El también lo peleó desde ese lado. Más allá de que era su película y que la había pensado durante mucho tiempo, tenía nuestras mismas metas, que era llegar a la gente. Entonces ante cualquier cosa que él proponía, si no era así enseguida entrábamos en una discusión que se resolvía rápido. La verdad que se trabajó realmente en equipo. Tanto Rodrigo como nosotros, como los socios. Se armó una mesa de trabajo que, vuelvo a decir, yo no sé si en todas las películas se logra.

Entonces 2017 fue un buen año para ustedes. ¿Cuáles son las expectativas para 2018?

JM: Me parece que lo que no hay que hacer es apagar el motor de producir. Ese es el tema, seguir trabajando. Yo siempre luché por no quedarme de brazos cruzados. También me gusta mucho esto de cerrar las etapas: “película se abre, película se cierra, empecemos la próxima”. Desde la productora tratamos de hacer proyectos que sabemos que los podemos cerrar y podemos avanzar, no quedar estancados en el tiempo. Y el 2018 por lo menos pinta interesante. Tenemos resoluciones nuevas del Instituto para hacer. Si fuera por nosotros empezaríamos a hacerlas la semana que viene y estamos trabajando en eso. Cambiaron las reglas del juego, hay que empezar a pensar en otras formas de producir. Estamos trabajando en esas nuevas formas. Vamos para adelante.

ANUARIO INCAA 2017