Los noviazgos eternos y castos de sus abuelos les resultan inverosímiles. El esquema «chico se enamora de chica» que vivieron sus padres, una mera posibilidad entre otras. Los adolescentes de hoy rechazan los estereotipos de género, defienden el derecho a escuchar sus deseos y experimentar con libertad relaciones sexo afectivas por fuera de la norma heterosexual. En la era del Ni una menos, los primeros amores son más diversos que nunca y las relaciones abiertas y los encuentros espontáneos se imponen por sobre los compromisos forzados de antaño.
Jean Paul Rimbaud (15) usa lenguaje inclusivo, domina perfectamente la jerga de la teoría de género y no tiene reparos en vestir una pollera o usar maquillaje aun cuando eso escandalice a los adultos que lo rodean. Aunque las personas mayores hagan comentarios que él considera desubicados o agresivos, este alumno de tercer año del colegio secundario opta por ponerse en su lugar: sabe que entre la adolescencia que vivieron sus padres hace casi 4 décadas y este presente en que él puede definirse abiertamente como bisexual hay un abismo. “El de hoy es otro mundo, ellos tenían ideas más estancadas, no se cuestionaban muchos temas que ahora ya no se dan por sentados”, explica.
Para Jean Paul, su capacidad para asumir y hacer conscientes sus propias preferencias sexuales empezó en los inicios del colegio secundario: “Antes iba a una escuela privada que no me daba las herramientas para ver la vida desde otro punto de vista. Las clases de educación sexual se limitaban a enseñarles a los chicos a ponerse un preservativo y a llevar a las chicas a otro salón para hablarles de la menstruación. En ese contexto era difícil que pudiera pensar que no había nada malo en mis sentimientos por alguien del mismo género. Haber ingresado a una escuela pública con un centro de estudiantes que nos convoca a participar y profesores que saben del tema me permitió ver que me puedo sentir atraído por una mujer, un varón o personas no binarias. Que no por ser un chico, sos heterosexual. La propia sexualidad cambia y se construye con el tiempo”, afirma con convicción y conocimiento de causa.
Cuenta Lara Bacha (15) que para ella la frontera entre la infancia y la adolescencia también fue una etapa reveladora: “A los doce años me empezó a gustar una amiga y me costó bastante tomarlo como algo normal y natural porque mi entorno era bastante cerrado. Primero pensé que era bisexual, después me di cuenta de que los chicos no me gustan. El año pasado me cambié de colegio y me encontré con que mis nuevos compañeros eran mucho más abiertos con el tema. Calculo que al menos un veinte por ciento de la clase se reconoce como bisexual, incluso algunos que nunca me hubiera esperado que pudieran estar interesados en personas de su mismo género”, comenta.
Feministas, diversos y empoderados
El creciente fenómeno de los adolescentes que se autodefinen como bisexuales se visibiliza de la misma forma en colegios públicos, privados, laicos y religiosos. El impacto que está teniendo en las generaciones más jóvenes el movimiento feminista que señala que el género no es biológico sino que es una construcción socio cultural explica esta tendencia: “Las marchas del Orgullo gay y las del Día de la mujer, entre otras, han contribuido a estos procesos de mayor conciencia y unión de grupos diversos para intercambiar información, consejos y estrategias. En muchos casos han cristalizado en leyes, como la de Matrimonio igualitario. Y los centros de estudiantes en escuelas y universidades, que incluso han incorporado secretarías de género en los últimos años, también contribuyen a hablar sobre estos temas”, aporta Joaquín Linne, sociólogo e investigador del Conicet.
El psicoanalista y autor del libro Esos raros adolescentes nuevos. Narcisistas, desafiantes, hiperconectados (Paidós), Luciano Lutereau relativiza el carácter “novedoso” de la bisexualidad adolescente que hoy se visibiliza: “En otra época, el homoerotismo se trataba por otras vías, por ejemplo, a través de la relación con los “mejores amigos”. Para el caso, eran frecuentes las escenas de masturbación colectiva entre varones; o bien las jóvenes practicaban sus primeros besos entre ellas, además de prodigarse todo tipo de caricias. Por eso a veces esas relaciones de amistad tan intensa terminaban abruptamente, porque ese homoerotismo era reprimido”, explica. Lutereau tampoco considera que la experimentación que hoy se permiten vivir los jóvenes deba entenderse como la afirmación de una orientación sexual definitiva y concluyente: “La identidad de género es algo que toma tiempo, que incluye diversas representaciones además de un deseo específico”, aporta.
Hasta que un instante nos separe
La idea romántica del amor para toda la vida y la de la exclusividad sexual como una condición sine qua non de la relación de pareja también son cuestionadas por la mayoría de los adolescentes. Incluso, la figura del “noviecito” o la “noviecita” del colegio que para las generaciones anteriores eran un símbolo del primer amor está en vías de extinción. Hoy son muchos los que prefieren tener múltiples experiencias sexo afectivas simultáneas en vez de solo una que implique el riesgo de perder libertad personal.
El año pasado, Daiana Ormachea (14) se puso de novia por primera vez con un compañero de su escuela: “Vino a casa y hasta conoció a mis papás. Pero salimos dos meses nada más porque enseguida hubo problemas”, cuenta esta estudiante de tercer año de un colegio religioso del barrio de Almagro. Los terceros en discordia le pusieron fin a su efímero primer amor: “Es que ahora es muy difícil alguien que quiera una relación en serio. No importa que se definan como hetero, homo o bisexuales, todo el mundo quiere joder, salir y en una noche comerse a varias chicas o a varios chicos. Yo no creo en el amor para toda la vida, ni pienso en casarme o tener hijos, pero en algún momento me gustaría volver a tener novio otra vez”, confiesa. Lara Bacha también vivió una única y breve experiencia de pareja con una compañera de escuela: “Es que hoy lo sexual es más fácil que en la época de nuestros padres pero cuando el tema pasa por el lado afectivo y emocional es más complicado. Ya no se sabe quien tiene que dar el primer paso y hay más miedo al rechazo que antes”, analiza.
Los encuentros fugaces y las relaciones “abiertas” parecen ser modelos que trascienden la identidad sexual. Las tensiones que generan también: “Hay celos, competencia, demandas de exclusividad o atención, necesidad o deseo de un proyecto de pareja, etc. Lo que se observa en gran parte de los jóvenes es esta ambivalencia entre el imaginario tradicional del amor romántico duradero (el de sus padres, madres, abuelas y abuelos) y el imaginario más posmoderno de las relaciones “líquidas” no atadas a ningún contrato, etiqueta o compromiso, asociados estas características a pérdida de autonomía o libertad personal”, analiza Joaquín Linne.
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La brecha generacional. Las primeras experiencias sexo afectivas de los hijos siempre son inquietantes para los padres. En el contexto actual esa inquietud muchas veces se transforma preocupación, confusión y hasta impotencia: “Yo he tenido charlas con mis papás para explicarles varias cosas. Para que sepan como nombrarme, por ejemplo, porque los adultos en general son bastante brutos a la hora de hablar. Algunos hasta hacen preguntas muy despectivas del tipo: “¿Vos que sos?”. Así que hay que ayudarlos para que aprendan, el diálogo es muy importante porque ellos vivieron un cultura muy diferente a la nuestra”, reflexiona Jean Paul.
Jean Paul Rimbaud se considera bisexual y ve un abismo entre la sexualidad actual y la de sus
Lara también percibe que los adultos a su alrededor tienen “conceptos equivocados”. En un principio sólo compartía el tema de sus preferencias sexuales con su mamá y su prima. Sin embargo, el año pasado, gracias a la emisión de la tira Cien días para enamorarse, donde se mostraba la transición de un adolescente transgénero, descubrió en muchos otros miembros de su familia una apertura y una madurez que ella antes no sospechaba. “Esa novela me sirvió para tantear el terreno. Leía sus comentarios en el grupo familiar de Whatsapp y me di cuenta que no eran tan cerrados como yo creía”, cuenta.
Sin dudas, la incorporación de temáticas de género en productos masivos de comunicación como películas, novelas y series ayudó a acercar al gran público problemáticas vinculadas a identidades sexuales no hegemónicas. Sin embargo, todavía queda mucho por hacer. Desde su experiencia clínica, el psicoanalista Luciano Lutereau detecta que el desconcierto o el acompañamiento son los dos lugares que le tocan a los padres de adolescentes hoy en día. En un mundo en que los más jóvenes dejaron de confrontar exclusivamente en el ámbito doméstico para hacerlo en el ámbito social, muchos padecen por la pérdida de autoridad que cuando eran jóvenes sí ejercían sus progenitores. «Frases de otro tiempo, como ‘Cuando seas grande y tengas tu casa’ o ‘Cuando seas mayor de edad’ ya no tienen sentido y demuestran la impotencia de los adultos. Acompañar a un joven es recuperar la dimensión transformadora y creativa de la adolescencia, sin juzgarla, dejando que nos cambie a nosotros también como padres –si podemos renunciar a ser padres de un niño, es decir, si podemos aceptar ser padres de un hijo que ya no es niño-”, concluye.