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Estamos frente a un gobierno que, lamentablemente y para millones de argentinos, ha perdido el rumbo en la política económica, en un contexto de desconfianza e incertidumbre en el marco de otro «acuerdo» con el Fondo Monetario Internacional.
Una deuda externa creciente, fuga de capitales e incesante pérdida en las reservas del Banco Central complejizan aún más toda la situación.
El viernes 31 de agosto, el dólar abrió con un nivel cercano a los 40 pesos por unidad, con una inflación creciente que, indudablemente, se traslada al precio de la nafta, al precio de los alimentos, de las tarifas de los servicios públicos, los alquileres, los medicamentos, con cierre de fábricas, despidos, salarios por debajo de la actual inflación, paros y movilizaciones. El gobierno dolarizó toda la economía, menos las jubilaciones, los sueldos, la AUH que, con ese dólar, perderán más de 15 puntos porcentuales sólo al mes de septiembre.
A ello se suman cierres preventivos de comercios mayoristas que no entregan mercaderías y el corte del abastecimiento y de la cadena de pagos con tasas activas que se elevaron al 60 por ciento lo que agudiza la inviabilidad de producción alguna.
En Saladillo no existe la ajenidad ante estas situaciones. La crisis es visible, hoy, sin escarbar en ninguna estadística. El comercio y la industria achican y despiden trabajadores. Los jubilados y los sectores más desprotegidos están atemorizados. Muchos ya no entienden lo que puede suceder en tanto los pesos se licúan día tras día, en donde se encuentren.
En el marco de una persecución política, judicial y mediática a la líder de la oposición, Cristina Fernández de Kirchner, no hay manera de seguir tapando la realidad. Desde que Mauricio Macri asumió la presidencia no tomó una medida a favor del Pueblo ni cumplió ninguna de sus promesas electorales a la mayoría de los votantes. Sí, a las minorías, con quienes cumplió y sigue cumpliendo hasta hoy, cuando ha dejado el timón del Gobierno Nacional a Christine Lagarde y al directorio del FMI. Estamos, entonces, frente a una política que desde el 11 de diciembre de 2015 está enriqueciendo a una pequeña fracción de la población y empobreciendo a las grandes mayorías.
Será, una vez más, la movilización popular articulada la que defina el rumbo. No hay atajos a la hora de construir los puentes para lograr la unidad de acción frente a las notables exigencias de esta hora.