Apenas terminada la traza del pueblo, se inicia en octubre de 1863 el reparto de solares, para que los vecinos fundadores construyan sus viviendas. Procedente de la zona de Bolívar, lugar todavía demasiado expuesto en la lucha con los pueblos originarios, llegó don Marcelino Loredo, muy probablemente buscando un sitio más seguro donde radicarse con su familia. En los “cuadros estadísticos” de Rossi, encontramos que le fueron otorgados los terrenos 7, 9 y 10 de la manzana 32.
Loredo era nativo de san Julián de Músquez, provincia de Vizcaya, España, donde el 22 de octubre de 1855, con su esposa de apellido Otaola, fueron padres de una niña llamada maría salomé.
En 1866, ya había construido su casa y aquí se radica con su familia. En 1869 el gobierno le otorga el título definitivo de la propiedad. Necesidades económicas lo obligan a contraer un préstamo para lo cual hipoteca la vivienda. En 1875, el banco lo ejecuta por falta de pago. La propiedad es comprada por Eduardo Pereda, quien a su vez la vende en 1878 a Rufino de Olaso.
Mientras tanto, la joven María Salomé Loredo, que cuenta la tradición oral que era muy hermosa, contrajo matrimonio con el prospero comerciante de la vereda de enfrente, José Antonio Demaría. Este era propietario del almacén de ramos generales “el progreso” de Demaría hnos. Pero la pareja dura muy poco, a tan sólo 4 años de casados, José Antonio muere.
En 1880, la joven viuda de Demaría, compra a Rufino de Olaso la antigua casa que fuera de sus padres. Pronto vuelve a casarse con Aniceto Zubiza, hombre fornido, de origen vasco como ella y que trabajaba de carnicero. Zubiza era propietario de la esquina de Moreno y Rivadavia, donde luego estuvo el banco provincia y hoy funciona el museo. Pero la vida parece ensañarse con esta mujer, su nuevo esposo fallece al año de casados.
María Salomé cae en una profunda depresión y los médicos le diagnostican cáncer, sin posibilidad alguna de curación. Desahuciada como estaba, acude en su desesperación al curandero más famoso de la época, pancho sierra. Al parecer, la mujer es curada milagrosamente y además recibe los mismos poderes de sanación de pancho sierra. Desde entonces maría salomé loredo pasó a ser conocida como“la madre María”, la más célebre sanadora de nuestra historia. Falleció el 2 de octubre de 1928, y su sepultura en el cementerio de la Chacarita, es un reconocido santuario popular.
Pero volvamos a su casa. En 1892, la “madre María” abocada en Buenos Aires a sus tareas de curación, decide venderla a magdalena Farías de Cánepa. En 1901 la adquiere Pedro Celiar Olivella Espino y en 1919, don Santiago Cartier.
En aquellos primeros años del siglo xx, fue arrendada para que funcionaran allí dos escuelas, con lo que podríamos decir, que comenzó a correr tinta entre sus paredes. Estas escuelas fueron en primer término la nº 7 y luego la nº 4, que había fundado Dionisio Pereyra, hijo del célebre comandante de frontera. Fueron directoras de la escuela 4 las señoritas Zelmira Herrera y María Teresa Leberon.
Posteriormente funcionó un pequeño cinematógrafo, hasta que en 1909 es alquilada por don Julio Volonté, para instalar su imprenta de “el Argentino”. El aroma a tinta la siguió impregnando entonces hasta 1919.
Luego la propiedad perteneció a la firma Lázaro hnos, posteriormente a don Manuel López, hasta que la adquiere don Santos Elizalde, quien fue socio de Ibáñez Frocham en los comienzos del periódico “La Semana”. Fue en los años siguientes esta casa la imprenta de ese periódico, que dirigió Juan Carlos Dellatorre, del que en una nota anterior hemos reseñado un atentado que sufriera.
En años más recientes, y en un local modernizado, funcionó allí la tienda “Savone Sport”, del recordado Miguel Savone. Y con posteridad la “Fotocopiadora 9 de Julio” evocó por varios años las historias de tinta de aquella mística esquina. La parte destinada a vivienda, aún se conserva sobre la calle mitre, siendo uno de los edificios más viejos de saladillo. Sus rejas originales, con la inscripción del año 1866, se encuentran en la casa de Susana Soba.
Fuente: Historia Saladillo