¿Qué sentido tiene una cuarentena obligatoria si en un solo día se expone a miles de personas del grupo de mayor riesgo? Había medidas para evitar las bochornosas colas que se vieron hoy en las entidades bancarias, y fue un error apelar a la responsabilidad social para evitar que todos se agolparan en las puertas de las entidades bancarias.
Jubilados de la mínima, pensionados, beneficiarios de planes y programas sociales, todos, constituyen el grupo económico socialmente más vulnerable de la Argentina. Lo que cobran no alcanza, y mucho menos si el pago del mes siguiente se estira. Para muchos no cobrar hoy era retacear la comida del fin de semana, por lo menos. Era de manual que iba a haber largas colas en los bancos.
El antecedente de lo que sucedió en los cajeros automáticos cuando se depositaron los sueldos durante esta semana debió ser un llamado de atención que nadie escuchó a tiempo. La información suministrada por las autoridades parece no haber sido suficiente. Se dijo que las entidades bancarias abrirían también la semana que viene y se pidió que la gente tratara de no ir el primer día de apertura de ventanillas para evitar aglomeraciones; pero esa información no le llegó a todos de la misma manera que todos saben que el mejor cuidado para evitar el coronavirus es lavarse insistentemente las manos.
Anoche, cuando ya era tarde, se le pidió a los canales de televisión y a las emisoras radiales que reiteraran el mensaje de que los bancos seguirían abiertos la semana que viene, pero recién hoy se anunció que abrirían el fin de semana. Si se preveía el aluvión, ¿por qué no se determinó un sistema de cobro diferenciado? Por ejemplo, por número de documento, y por prestación. Es decir que no todos quedaran habilitados para cobrar hoy.
Usted dirá que por la misma razón que se expresa en el primer párrafo, la de las necesidades urgentes de los más desprotegidos económicamente. Pero esa circunstancia choca de bruces contra la premisa primera de la cuarentena: aislar para evitar contagios masivos y aplanar la curva de evolución de la enfermedad, porque “la vida de los argentinos está por encima de todo”.
Precisamente es esa primera premisa la que quedó ridiculizada frente a las insólitas colas que desde la medianoche se comenzaron a formar en las inmediaciones de las entidades bancarias. Miles de abuelos, amantes de “ir temprano al banco” hicieron vigilia para cobrar sus flacos haberes exponiéndose a todo aquello que busca evitarse con el aislamiento social.
Se ha instalado un estado policíaco en cuanto al control de quienes transitan o no por las calles (en algunas ciudades más que en otras) pero, de pronto, miles de personas en edad de riesgo salen de sus casas a formar largas filas, donde siempre es difícil respetar la distancia social recomendada para evitar los contagios. Es como estar cuidando una olla de leche al fuego e irse al baño cuando está por hervir. En dos segundos se revalsa lo que meticulosamente se cuidó durante varios minutos.
La economía quedará seriamente resentida porque el aislamiento social deja en sus casas a la población económicamente activa, complica sobremanera a quienes viven del mercado informal, afecta seriamente a las empresas, y miles de negocios que no venden los artículos contemplados en la excepción, van a estar con sus persianas bajas por un mes. No todos las podrán levantar cuando cese la cuarentena. No obstante, no se prevé seriamente qué pasará cuando le digan a la población de riesgo “vayan a cobrar sus haberes”, y los que más aislados debieran estar ganan las calles y se agolpan en torno de una puerta detrás de la cual está la opción de comer mañana o no.
La desorganización de este viernes negro para la cuarentena debe dejar otra enseñanza y otro deber de pronta resolución para el Estado: las miles de personas que siguen sin percibir mediante medios electrónicos sus beneficios sociales o jubilatorios. Además, urge replantear el sistema de comprobación de supervivencia que deben hacer quienes perciben jubilaciones y pensiones.
Todos los esfuerzos que la población viene realizando con el aislamiento, que merecieron la felicitación del presidente Alberto Fernández, fueron sopapeados este viernes. Y todos los mensajes y medidas del Gobierno quedaron bajo cuestionamiento. La verdad, se escapó la tortuga.