La muerte hace unas semanas de Diógenes Omar Chapelet, un anciano de 75 años que vivía en la comuna santafesina de Marcelino Escalada, tras haber sido rociado con agrotóxicos en el patio de su casa por avionetas que fumigaban campos vecinos, abrió nuevamente el debate sobre el uso de estos productos en la producción nacional.
De acuerdo a datos brindados por la Cámara de la Industria Argentina de Fertilizantes y Agroquímicos (Ciafa), en nuestro país durante el año pasado se vendieron 3,8 millones de toneladas de agrotóxicos. Además, ante las nuevas posibilidades que se le abren este año al mercado agropecuario gracias a un dólar más favorable, se espera que la venta de los herbicidas llegue a las 5 millones de toneladas.
Este boom de ventas de agroquímicos se vio fortalecido por el fuerte crecimiento en las transacciones de “glifosato”, un herbicida de amplio espectro desarrollado para eliminación de hierbas y arbustos, en especial los perennes (plantas que viven más de dos años), que es absorbido por las hojas y no por las raíces, y que produce un gran daño a la salud de las personas.
La Argentina se ha convertido en la Nación con mayor consumo de “glifosato” del mundo: mientras que en los Estados Unidos su uso es de 0,42 litros por habitante y en Francia el herbicida está completamente prohibido por las terribles consecuencias que genera en la salud de las personas, en nuestro país se utilizan 4,3 litros de este agroquímico por persona.
Sanidad, bajo la lupa
A pesar de que las autoridades nacionales remarcan que los productos que se usan en suelo nacional no son nocivos, están autorizados y siguen con las reglas internacionales, la realidad muestra un panorama bastante diferente, ya que sustancias prohibidas se emplean en cientos de plantaciones, causando un grave perjuicio a las comunidades que las rodean.
En diálogo con diario Hoy, el premio Nobel alternativo por su trabajo en defensa del medio ambiente, Raúl Montenegro, señaló que “en la Argentina hay que modificar toda la legislación para que proteja a las personas y no a las corporaciones. Se tienen que cambiar las normativas que hacen a las autorizaciones de plaguicidas y transgénicos. Lo que más preocupa es la gente que enferma y muere por culpa de los cócteles y residuos de plaguicidas sin que ningún sistema sanitario los detecte”.
Para el titular de la Fundación para la Defensa del Medio Ambiente (Funam), “casos como el de Diógenes Chapelet se suceden periódicamente, pero lamentablemente no tienen tanta repercusión en los medios. El hecho de que los productos estén autorizados no quiere decir que sean inocuos para las personas. Incluso las pequeñas dosis que suelen alcanzar a muchas personas las terminan matando a largo plazo, ocasionándoles problemas en el sistema endócrino, en los músculos y en los pulmones”.
“Manejo integrado de plagas es el nombre de la alternativa para los plaguicidas, pero no es conveniente para las corporaciones. Hay alternativas, pero el país cayó en una trampa tecnológica y los gobiernos tienen una política de Estado que privilegia este tipo de agricultura industrial que enriquece a ciertos sectores, enferma a la población, empobrece de nutrientes los ambientes bajo producción y no establece un sistema productivo sustentable”, subrayó Montenegro.
Un mercado en pocas manos
Tal como sucede en otros sectores de la economía nacional, en el de los agroquímicos son muy pocas las empresas que manejan y dominan el mercado, ya que el 70% está concentrado en manos de solo tres firmas: Monsanto, Syngenta y Dow Agrosciences, tres compañías transnacionales que han absorbido en su totalidad a la competencia argentina.
Los agrotóxicos son un gran y provechoso negocio para estas empresas, pues, según se desprende de datos oficiales, este mercado mueve poco más de 2.500 millones de dólares anuales en nuestro país, donde casi 800 millones son comercializados solo por el “glifosato”. El resto se divide entre los diferentes fertilizantes, pesticidas, insecticidas, plaguicidas y herbicidas.
En territorio nacional hay 60 empresas que comercializan dichos productos, aunque si tomamos las primeras diez en materia de ventas, solo dos son de origen nacional, Red Surcos y Agrofina, y las otras ocho son de procedencia extranjera, lo que marca el fuerte nivel de extranjerización que viene sosteniendo la economía en las últimas décadas en la Argentina.
Cifras que duelen
5 millones de toneladas de sustancias químicas se espera vender este año
3,8 millones de toneladas de agroquímicos se vendieron en 2017
4,3 litros de “glifosato” por persona se usan en nuestro país
60 empresas en todo el país comercializan con fertilizantes
US$ 2.500 millones mueve el mercado de agroquímicos anualmente en la Argentina
US$ 800 millones maneja el mercado del “glifosato” en el país
70% del mercado de agroquímicos en el país está dominado por 3 empresas
30% se estipula que crecerá el mercado de agrotóxicos en 2018
56% de la soja utiliza para su cultivo agroquímicos perjudiciales para la salud
La agricultura a gran escala y el uso de los cultivos transgénicos
La importante cantidad de agroquímicos que se venden en la Argentina tiene que ver con una profundización de la agricultura a gran escala. Esta se basa en la utilización de insumos que son de alto costo, los cuales muchas veces reemplazan mano de obra o acortan determinados procesos o labores que se deben realizar en distintos cultivos y que dependen exclusivamente de los agroquímicos.
El alto consumo de agrotóxicos que hay en nuestro país, en opinión de los expertos, se debe principalmente a la enorme cantidad de tierra destinada a los cultivos transgénicos, entre los cuales el principal es la soja, aunque también están el maíz y el algodón. Esto permite la difusión del
“glifosato”, un herbicida total que se puede aplicar permitiendo el sistema de siembra directa. Es decir que las malezas no se controlan en forma mecánica como se hacía antes, sino de manera química a través de diversos herbicidas, principalmente el mencionado “glifosato”.
Los cultivos transgénicos son resistentes a este agrotóxico, lo que genera que los productores que cultivan soja lo hagan en su versión transgénica, aplicando “glifosato” y matando de esa manera todas las especies que puedan llegar a competir con la oleaginosa. De este modo, la soja sigue creciendo y a esto se debe la gran cantidad de “glifosato” que se utiliza en la Argentina.
El auge de los agroquímicos a nivel nacional se debe también, para algunos especialistas, a la fuerte propaganda y el nivel de concentración de la industria en manos de grupos multinacionales, como son los pooles de siembra o los fondos de inversión, que basan sus ganancias en este tipo de explotación a gran escala.
A eso se le suma que estas empresas adquieren esos insumos a un costo relativamente baratos por la escala que manejan, siendo los que hoy desde el sector rural se consideran el motor de la economía. Esto lleva a que este modelo de agricultura extensiva e industrializada en manos del agronegocio se profundice, y esa profundización ahonda el uso de agroquímicos.
Palabras autorizadas
“Hay todo un peligro latente que no está bien analizado”
Martín Graziano, Investigador del Conicet
“En cuanto a los daños que los agroquímicos producen en la salud de las personas que habitan las zonas donde se utilizan, se pueden distinguir diferentes tipos de efectos más agudos cuando, por ejemplo, fumigan en un campo al lado de una escuela y el rocío llega al establecimiento, lo que puede generar descompensaciones, por ejemplo. Por otra parte, hay efectos crónicos, como malformaciones y ciertos tipos de cáncer, dependiendo del tipo de agrotóxico.
Hay todo un peligro latente que no está bien analizado ni investigado en cuanto al riesgo que conllevan los residuos de agroquímicos en los alimentos, lo cual es bastante grave porque se comercializan muchísimos alimentos que presentan estas características y no existen estudios detallados al respecto.
Lo ideal sería que no existiera el uso de estos productos y llegar a otro tipo de modelo de producción y de consumo en donde cada familia y comunidad pueda desarrollar su propio tipo de producción de acuerdo a sus necesidades sin pensar en generar ganancias, en exportar”.
“Las dosis de glifosato cada vez son más altas”
Guillermina Ferraris, Ingeniera agrónoma
“El uso de agroquímicos tiene consecuencias negativas. Así, existen por ejemplo las supermalezas, que son especies naturalmente resistentes al glifosato, entonces las dosis tienen que ser cada vez más altas.
Antes, con un litro de glifosato se podían controlar las principales malezas. Ahora, con menos de 6 litros no se puede, e inclusive algunas malezas generaron procesos de resistencia y no se las puede combatir. Estos son los efectos del mal uso y del uso extensivo en cuanto a la cantidad de hectáreas que se cultivan con este tipo de modelo.
Luego están los efectos negativos no estudiados de los agroquímicos en general, que tienen que ver con la contaminación de las napas, la eliminación de especies, lo cual es negativo porque siempre las especies cumplen una función en la naturaleza, y la concentración por el otro lado de la riqueza y del poder económico en muy pocas manos, aunque no necesariamente esa riqueza queda en el país, ya que estamos hablando de empresas transnacionales”.
“La salud de la gente se ve afectada por los agrotóxicos”
Martín Sosa, Asamblea Río Cuarto sin Agrotóxicos
“En Río Cuarto hace muchos años que venimos llevando adelante una fuerte pelea para evitar que Monsanto, que luego compró Bayer, desarrolle su producción en la ciudad, porque entendemos que lleva adelante un proceso de contaminación que golpea de lleno la salubridad de la población.
Son innumerables los artículos y estudios científicos que nos dan la razón sobre la contaminación, y creo que ya no le queda duda a nadie de que la salud de la gente se ve afectada por los agrotóxicos. Vemos a diario en diferentes puntos del país cómo las personas se enferman y mueren por el consumo accidental y el uso de este tipo de productos.
Como Asamblea, sostenemos que las consecuencias que generan los cócteles químicos sobre la gente son mortales. Les exigimos a las autoridades que tengan en cuenta las necesidades de la gente, y que disminuyan el espacio de poder que se le está dando a estas empresas para que pueden actuar libremente y que puedan hacer una explotación mas intensiva y extensiva”.