Guaidó y Maduro son protagonistas de una crisis política que resucitó con virulencia el 10 de este mes tras la jura del chavista de un segundo mandato no reconocido por varios gobiernos de la región, Estados Unidos, Canadá y la UE, y de la autoproclamación del presidente de la AN como presidente encargado del país el pasado 23.
El «hijo de Chávez» madrugó para visitar cuarteles y bases navales, donde pasó revista a las tropas, repitió sus mismas arengas nacionalistas y antiimperialistas, exigió lealtad y fidelidad y se autoproclamó escritor de una historia nueva, «que tiene su raíz profunda en la unión cívico-militar». El jefe revolucionario, rebautizado «presidente pueblo» en el dogma oficialista, se atrevió a conducir un tanque, incluso se lanzó a un trote ligero con su Estado Mayor y con generales al ritmo de una canción de Alí Primera, cantautor favorito de los bolivarianos. A su padrino político, Hugo Chávez, también le gustaba acelerar sin aviso previo para arrastrar así a sus escoltas. El «comandante supremo» repitió estas escenas ante las cámaras de televisión hasta bien avanzado el cáncer que acabó con su vida.
«Vengo a decirles a los soldados de mi patria que es tiempo de sacar fuerza moral, de defender la patria y la Constitución. Es tiempo de lealtad, ¡de unión cívico-militar!», insistió el líder bolivariano, que también acusó a Estados Unidos de decretar un plan de intervención ayudado por los «caballos de Troya, traidores de la derecha extremista».
El chavismo prepara los ejercicios militares del mes que viene, con los que pretende exhibir su músculo ante el mundo y ante la propia oposición. «Debemos prepararnos para demostrar que somos los mejores. ¡Leales siempre, traidores nunca!», subrayó el jefe del Estado.
Tal empeño en demostrar la fortaleza de su ejército provocó la crítica de expertos militares. «Error estratégico develar el estado de apresto operacional de una fuerza armada que espera una supuesta invasión, como reiteradamente advierte Maduro. ¿A quién quiere demostrar?», subrayó Rocío San Miguel, presidenta de Control Ciudadano para las Fuerzas Armadas.
Doble empeño, ya que Maduro repitió como un mantra la supuesta fidelidad de todo el Ejército, conocida ya la connivencia del generalato, que contrasta con las dudas que se mantienen entre oficiales y soldados tras la sublevación de 27 guardias nacionales hace una semana y tras los acontecimientos del 23 del actual. El primer deslave de cierta importancia, más simbólica que efectiva, llegó el sábado desde el «Imperio»: el coronel de la Guardia Nacional José Luis Silva, agregado militar en Washington, se sumó a las filas opositoras. El coronel aireó una de las claves del chavismo militar: hay más generales que sargentos.
«Soldado venezolano, te hablo a ti, te doy una orden: es el momento de ponerse del lado del pueblo, no dispares a los ciudadanos», insistió Guaidó. Buena parte de quienes pretendieron entregar copias de la ley de amnistía a los uniformados se encontraron frente a un muro. En algunos cuarteles rompieron los papeles, en otros los quemaron frente a sus narices, una acción criticada por defensores de derechos humanos, que la compararon con la quema de libros durante la dictadura de Augusto Pinochet en Chile.
Otros fueron más receptivos, como el oficial Flores, de la policía del estado de Miranda, que recibió el documento de un grupo de manifestantes que se dirigían gritando «libertad» hacia Fuerte Tiuna. La misma acción se repitió en cientos de lugares por todo el país. «Ustedes hoy no están decidiendo entre dos bandos políticos, están decidiendo cómo quieren ser recordados por la historia», destacó el diputado Miguel Pizarro en un mensaje para los uniformados.
El equipo del presidente encargado, no obstante, mantuvo diálogos con generales esta semana, aunque no han hecho públicos sus nombres. En la cúpula militar sorprendió el fulgurante ascenso alcanzado por Guaidó en el imaginario popular pese a que solo pasaron 23 días desde su irrupción. A su favor también jugó el desprecio inicial de los jerarcas bolivarianos hacia el «muchacho pajúo» (bobo), el mismo error que cometieron los políticos tradicionales durante los primeros años de mandato de Chávez, que tan bien supo aprovechar para multiplicar su poder.
Por: Daniel Lozano