Pocos recuerdan que Maradona debutó en Italia en un amistoso contra River integrado por Norberto Alonso y Enzo Francescoli. Fue una presentación tan maradoniana que la hinchada del Napoli llevó banderas de Boca, un auxiliar del club les tiró gallinas a los jugadores de River y Diego convirtió un gol con la mano (que el árbitro advirtió y anuló). Tal vez la deslucida imagen del Napoli, la soledad de Maradona en el equipo y el 0-0 final, tan a contramano de la gloria que vendría en los siete años siguientes, empujaron al olvido el primer paso de una historia extraordinaria.
Ocurrió el 19 de agosto de 1984, mañana hará 37 años, y decir que el estadio se llenó queda corto: las 85.000 entradas ya estaban agotadas desde hacía una semana (y dejaron una recaudación de 700 mil dólares). La reconstrucción incluye la palabra de un testigo en el día a día del ídolo: “La bienvenida en Nápoles había sido el 5 de julio y después Diego se tomó vacaciones, voló a Buenos Aires. Cuando regresó a Italia, se sumó a la pretemporada del equipo en Castel del Piano, en el norte del país. El equipo jugó varios partidos en la zona, en Arezzo, Pistoya y Siena, y bajó hacia el sur. El 19 de agosto, un domingo, era la presentación en el San Paolo. El rival fue River porque Nápoli le debía plata por el pase de Ramón Díaz en 1982.
Fue el kilómetro 1 de la misa maradoniana en Nápoles. Las crónicas de los periodistas argentinos presentes en el San Paolo ayudan a contextualizar el vínculo que se estaba formando alrededor de una ciudad y un futbolista. “Un clima pasional como nunca, coches disfrazados, el delirio de Nápoles en un hecho social y político para muchos, donde el sur rezagado se da el lujo de competir contra los grandes del norte”, escribió el periodista de Clarín, Juan De Biase, pluma célebre del periodismo gráfico. “Banderas, remeras, vinchas y cientos de souvernir se ofrecen con la imagen de Maradona. Pistoya está 500 kilómetros al norte de Nápoles y allá fueron 20.000 hinchas napolitanos para un amistoso contra Sampdoria”, publicó Natalio Gorin, de la revista El Gráfico, en una crónica en la que también transcribió títulos y textos de los diarios italianos.