Las tradicionales 24 Horas de Le Mans de automovilismo, que este sábado completarán una nueva edición en el autódromo francés de Sarthe, encierran gloria y drama en una prueba, cuyo primer capítulo se cumplió hace 100 años.
Esta carrera de resistencia, que hoy entrega puntos en el Campeonato Mundial de la disciplina (WEC), tuvo su edición original el 26 de mayo de 1923, luego de que el Automóbile Club de lOuest (Automóvil Club del Oeste) recibió de parte de la empresa Rudge Whitworth Wheels la suma de 100.000 francos suizos para organizar la carrera.
La intención consistía en celebrar una competencia por 24 horas para que se sometiera «a prueba la mecánica de los vehículos», los que serían exigidos «a tope» para saber cómo responderían a «las exigencias».
Esa carrera original contó con la participación de 33 vehículos, de 18 marcas diferentes, con dos pilotos por máquina que se relevaron por cada coche. La victoria correspondió al binomio Leonard-Lagache, con un Chenard-Walker.
El trazado, de 13.626 metros de extensión (el formato actual se mantiene desde 1931), presenta seis grandes curvas. Y tres de ellas pueden plantear situaciones complejas para los pilotos: Tertre Rouge, Mulsanne y Maison Blanche.
Los tramos de velocidad son variados, incluido la recta de Hunaidieres, con tres kilómetros de longitud, donde los automóviles pueden alcanzar los 370 kilómetros por hora.
Las 24 Horas de Le Mans se volvieron un clásico en el automovilismo internacional europeo, a punto tal que adquirió las características de competencia Reina o integrante de la denominada Triple corona, junto al Gran Premio de Mónaco de Fórmula 1 y las 500 Millas de Indianápolis.
La prueba no se disputó en 1936 por cuestiones económicas y tampoco hubo competencias entre 1940 y 1948, a raíz de la Segunda Guerra Mundial.
La gloria, a lo largo de la historia, la consiguió el piloto dinamarqués Tom Kristensen, hoy con 55 años, que obtuvo nueve victorias, con unidades de la marca Porsche (una) y Audi (ocho). Los triunfos del oriundo de la ciudad de Hobro se adjudicó las ediciones 1997, 2000, 2001, 2002, 2003, 2004, 2005, 2008 y 2013, sucesivamente.
El argentino José Froilán González, en compañía del local Maurice Trintignant, también se abrazó efímeramente a una cuota de la gloria, cuando se adjudicó la edición 1954, con una Ferrari 375. El arrecifeño, referente de las pistas en la década del 50, falleció en junio de 2013, a los 90 años.
Otro automovilista argentino que conoció las mieles del éxito es el cordobés José María Pechito López, quien llegó primero a cruzar la bandera a cuadros con un Toyota Hybrid, que compartió con el japonés Kamui Kobayashi y el británico Mike Conway.
Juan Manuel Fangio, cinco veces campeón del mundo en Fórmula 1, también fue protagonista en algunas ediciones de esta legendaria carrera y en 1955, con una unidad Mercedes, resultó escolta del inglés Mike Hawthorn, fallecido en un accidente de tráfico en 1959.
Esa edición del 11 de junio del 55 comprendió drama y tragedia, a la vez, por el espeluznante accidente que le costó la vida al piloto Pierre Levegh (Mercedes) y a otros 83 espectadores, cuando el automóvil del francés, de 49 años, salió disparado por el aire, luego de montarse a la cola del Austin Healey que comandaba el inglés Lance Macklin.
El vehículo de Levegh, quien falleció en el acto, se estrelló contra la tribuna repleta de concurrentes generando una inmensa bola de fuego.
«Me aferré al volante y pasé como pude. El infierno había quedado atrás mío» dijo oportunamente el Chueco Fangio, al relatar el accidente que observó, a menos de 100 metros.
Como consecuencia de la peor tragedia automovilística de la historia (la competencia, paradójicamente, nunca se interrumpió y llegó a su fin, tal lo pautado), las autoridades suspendieron las competencias por unos meses, postura que fueron imitadas en Alemania, España y Suiza.
Otros dos automovilistas fallecieron en sendos accidentes en Le Mans: en 1972, el sueco Jo Bonnier (Lola T280) y en 2013, el dinamarqués Allan Simonsen (Aston Martin).