Hace unas semanas, el Banco Central de Inglaterra tuvo que salir a reconocer que los nuevos billetes de cinco libras contenían sebo animal en su constitución de polímero, lo que desató una polémica en las redes sociales motorizada por las asociaciones de veganos. El incendio quedó rápidamente apagado cuando los creadores de la tecnología anunciaron su decisión de trabajar únicamente con una molécula de origen vegetal, aunque ahora los billetes podrían llegar -sin ningún «trazo animal», según aclaran sus impulsores- al mercado argentino.
Detrás de la tecnología se encuentra la compañía Innovia Security, que en 1988 lanzó los primeros billetes con el objetivo de combatir las falsificaciones. Hoy, lo utilizan más de 30 países en todo el mundo y en la firma aseguran que en la Argentina existe una oportunidad, especialmente para los billetes de baja denominación.
«Los billetes de baja denominación de la Argentina están en mal estado. Actualmente, el mayor problema que tienen es la durabilidad. La experiencia en México ayudó a que el público tenga moneda más limpia, más higiénica, y la gente respondió bien. También ayudó al país a ahorrarse dinero, porque tenía que cambiarla con menos frecuencia», explicó Jaime Pacreu, asesor de servicios técnicos de Innovia Security .
Pacreu, que antes de sumarse a Innovia fue director general de emisión del Banco Central mexicano, pronosticó que con el tiempo también se utilizará el material en billetes de gran denominación, «una vez que los gobiernos descubran los beneficios» en los de valor más bajo.
Cauteloso, dijo que el Banco Central argentino «mostró interés en la tecnología» y en conocer más sobre la experiencia, y que ya llevan años de conversaciones, que incluyeron pruebas y análisis de laboratorio. Aclaró que las reuniones no se cortaron con el cambio de ciclo y que «este gobierno ha revivido el interés» en el material. Pacreu se mostró optimista, pero afirmó que aún no puede proyectar una fecha en la que podrían empezar a circular los billetes de polímero en la Argentina.
Cuando la utilización de polímero para fabricar moneda comenzó a masificarse, algunas voces opositoras expresaron que el material sería difícil de implementar para países en desarrollo porque, en un principio, implica desembolsar una cantidad muy grande de dinero. Pacreu reconoció que el costo inicial es más alto, pero que la durabilidad logra que aquella inversión se recupere «en muy corto plazo».
Otros críticos aseguran que la brecha de seguridad entre los billetes de papel de algodón y los de polímero se está achicando por la incorporación de mayor tecnología en los primeros. Sin embargo, Pacreu lo negó y explicó que la ventana es la clave para evitar falsificaciones. Aseguró que cuando la tecnología ingresó en México, luego de dos años de análisis, las falsificaciones del billete de 50 pesos pasaron de «300 partes por millón a 20 partes por millón». Añadió que, en caso de que ocurriera una reproducción falsa del dinero del material plástico, «no se trataría de una acción amateur» como en el caso del papel, sino de «redes criminales con recursos y tecnología». Continuó: «A la policía le va a ser más difícil capturar a 100.000 personas que estén utilizando la fotocopia de su oficina porque están atomizadas».
Pacreu señaló que el hecho de que el Banco de Inglaterra lo haya adoptado sienta un precedente a nivel global. «En el futuro, el billete de plástico será la norma porque cada vez más países lo van a ir aceptando», aseguró el empresario.