Un día Giselle Mazzeo puso una placa en un banco de la plaza Martín Rodríguez en el barrio de Agronomía. Una chapa dorada, pegada sobre la madera, en el que se leía: «Para Martín que le encanta correr en esta plaza, de Gi, que lo ama». La placa ya no está. Ella le pidió al Gobierno de la Ciudad volver a ponerla, sin imaginarse que terminaría impulsando una iniciativa que va a darle un lugar de Buenos Aires a 150 historias como la suya.
«Yo soy Gi», se presentó ella la primera vez que se vieron y Martín, de 44 años, biólogo, rápido, gracioso y que nunca tuvo vergüenza de decirle lo que pensaba, le respondió: «She, como en la película». Ella entendió enseguida que hablaba de Notting Hill y él nunca más volvió a decirle de otra manera.
El jueves de la semana pasada, apenas unas horas antes de hablar con Infobae, Giselle volvía de sus vacaciones. Durante el vuelo, al final de la lista de contenidos que ofrece la pantalla de a bordo para cada pasajero, después de mirar un rato el mapa con la localización y soportar los infomerciales de la aerolínea, la encontró: Un lugar llamado Notting Hill. Su película y la de Martín.
Lloró mientras Hugh Grant y Julia Roberts se metían una noche en un parque de Londres y llegaban hasta un banco en el que había grabado en un tablón: «Para June que amaba este parque, de Joseph que siempre se sentaba a su lado».
Fue de ahí que sacó la idea de poner la placa, que escribió en inglés y en la que se refería a Martín como «Ihn», en alemán una forma de decir «él». «Como él me decía She por la canción de la peli, yo no encontraba ninguna palabra para decirle a él y como cuando empezamos a salir me hablaba siempre en alemán, le puse ‘Ihn’, porque yo le decía ‘Martihn'», le confió a Infobae.
También como los protagonistas del Notting Hill, Martín y Giselle tenían historias anteriores. Se conocieron en la puerta del colegio de sus hijas, él yendo a buscar a la suya que hoy tiene 12, ella llevando a sus nenas de 11 y 8. La primera cita fue un desastre.
«Estaba re nervioso, tenía un tic en el ojo, fuimos a un lugar en el que no se escuchaba nada y así, de la nada, sin conocernos me empezó a hablar sobre a donde íbamos a llevar a las chicas de vacaciones«, contó Gi. «Fue súper sincero, me largó todo y yo me acobardé», admitió.
Esa noche Martín la acompañó a la puerta de su casa y antes de despedirse quiso darle un beso. Ella lo esquivó con un gesto suave y le cerró la puerta. Él se puso sus auriculares y se fue caminando escuchando a The Cure. Después los dos se metieron en Twitter, donde todavía se ignoraban, y cada uno puso algo para sus menos de 150 seguidores:
Pasó un mes y él no le escribió. Ella se alegró de que él no le escribiera. Terminaron las clases. No se vieron más. Con la excusa de navidad Martín se animó a decirle por WhatsApp que le hubiera gustado una segunda cita, Giselle lo volvió a esquivar suave y a cerrar la puerta: «Feliz navidad para vos también! Para no perder nuestra costumbre te paso esta canción» y adjuntó Noche de Paz de Sumo.
«Viste cuando venís de fracasos anteriores, yo estaba muy descreída», recordó Gi, que unas semanas más tarde, por una amiga en común y a mitad de un retweet, se reencontró a Martín donde menos hubiera pensado: en Twitter.
Se siguieron. Martín dio con una forma de llegar a Giselle sin que ella quisiera salir corriendo. Se ganó una segunda cita en la que le habló por primera vez en alemán «para no asustarte», le dijo, y ella se reía sin entender una sola palabra. «Tengo 43, él tenía 44, son edades que no te ves enamorado, acaramelado», le explicó a Infobae, sobre ese amor que la sorprendió con la guardia baja en 140 caracteres.
No es casual que el lugar más común de la literatura romántica, Romeo y Julieta, sea una tragedia: un chico y una chica que se aman a pesar de estar prohibido por sus familias, la pasión más grande desatada en apenas tres días y la muerte robándose lo que pudo haber sido.
En el caso de Giselle y Martín el tiempo también fue poco. Apenas dos años en los que presentaron a sus hijas, compraron una casa juntos, quisieron una familia. También fue la muerte la que terminó con los sueños de un futuro.
Martín murió de un paro cardíaco mientras corría en la Plaza Martín Rodríguez, la misma a la que iba con Giselle, a la que llevaban a las chicas, en la que ella había puesto una placa dorada en un banco sin decirle a nadie, como en su película favorita.
«Él tenía un humor negro, super sarcástico y eso me ayudó a sobrellevar lo que pasó, decía todo el tiempo que la vida no era para hacerse drama por nada», compartió Giselle, que terminó contagiándose de su forma de ver el mundo. «Al boludo lo dejás solo, va y se muere», fue lo primero que escribió en Twitter después de la muerte de Martín, convencida de que él hubiera dicho eso, rota de tristeza.
No mucho antes Martín le había dicho qué canción quería que pusiera en su funeral, seguro de que ella iba a estar ahí. El tema era «Absolute beginners», de David Bowie: «Mientras continúes riéndote, no habrá nada más que yo necesite», dice el Duque Blanco.
«En la vida cuando te pasan cosas así o te hundís, te agarrás del drama o decís. A ver viví una historia hermosa y es un amor que yo tengo para siempre. Yo siento que me da fuerzas», aseguró Giselle, que cuando entró a Twitter a cumplir con el pedido de la canción que él le había pedido, no pudo contener las palabras y terminó escribiendo en una catarata de mensajes en su timeline su historia con Martín.
«En un momento pensé que no podía exponerme así, pero entonces mucha gente me dijo que la había inspirado. Un tipo me dijo que se había a animado a escribirle a la novia de la adolescencia por lo que yo conté. Esto inspira, hay que amar«, dice ella.
El mensaje que Giselle le dejó a Martín en la plaza de Agrónomía ya no está. Por eso le escribió hace un tiempo por Facebook a Horacio Rodríguez Larreta, le contó su historia y le pidió poder ponerlo de nuevo.
Además de decirle que sí, la semana pasada el Gobierno de la Ciudad lanzó una campaña para que 150 vecinos de Capital Federal puedan contar sus historias y tener sus placas en El Rosedal y Parque Avellaneda.
De todas las cosas que le dijeron a Giselle después de la muerte de Martín, de todas las muestras de apoyo de conocidos reales y virtuales que recibió, ella elige quedarse con las palabras de una de sus hijas. Que un día la vio triste y le dijo algo que de tan simple, ella sintió que además era cierto: «Él tuvo un final feliz porque ustedes se amaban».