El manejo de la pandemia en Argentina

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Varios países restringieron la circulación nocturna para frenar los contagios. Expertos en salud y ciencias sociales analizan si sería viable acá.

¿Sería posible implementar toques de queda en la Argentina, es decir, suspender las juntadas nocturnas con el fin de evitar rebrotes de coronavirus? La pregunta incomoda pero se impone: varias ciudades de Europa (región “a la vanguardia” en el andar del caprichoso baile pandémico) están tomando medidas restrictivas a la movilidad nocturna. Buscan así evitar la cuarentena «total» y que la segunda ola de Covid-19 tome las dimensiones funestas de la primera. Tras siete meses de cuarentena, con la mortalidad en alza, varios sistemas hospitalarios provinciales al borde del colapso, pero pensando en el verano, el turismo y la cervecita en mano, ¿se puede debatir un concepto como “toque de queda” acá?

Es fácil resolver el interrogante con un categórico «no». Una sociedad como la argentina (con el recuerdo fresco de los horrores de la última dictadura, el terrorismo de Estado, los desaparecidos…) jamás admitiría una medida semejante. El toque de queda es innombrable.

Desde Presidencia de la Nación informaron que “no es un tema que se haya evaluado”. Lo mismo, desde los gobiernos porteño y bonaerense. Sin embargo, una reciente nota del diario español El País le da un giro atendible a la cuestión: despoja el “toque de queda” de su nefasta carga simbólica y lo retrotrae a su sentido original: cuando en la Edad Media era común que, entrada la noche, sonara una campana recordando apagar fuegos y fogatas, a fin de evitar incendios. Una función no represiva sino preventivo-sanitaria.

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Uno creería que en eso están pensando las autoridades europeas que se inclinan por medidas restrictivas contra el coronavirus: en Irlanda y parte de Gales volvieron a la cuarentena dura. En Italia, Francia y Bélgica y España, en los últimos días avanzaron con el toque de queda nocturno.

En Italia, por ejemplo, las restricciones para circular se imponen de 23 a 5 en las tres principales áreas metropolitanas: Milán, Roma y Nápoles. Francia inició la medida en París y otras ocho ciudades el último fin de semana y este sábado la amplió a 46 millones de personas en 38 departamentos franceses y la Polinesia, quienes no pueden salir desde las nueve de la noche hasta las 6 de la mañana. En España, Madrid prohibió todas las reuniones, públicas o privadas, entre personas no convivientes entre medianoche y las 6, y el gobierno de Pedro Sánchez estudia proclamar el estado de alarma a nivel nacional para permitir aplicar toques de queda localizados.

Pero, como cuesta imaginar que, acá, un debate así se salve de la mesa de disección de la grieta argentina (“la vida por salud de todos” vs. “la vida por la libertad”), Clarín consultó la cuestión con algunos expertos de la salud, el derecho y las ciencias sociales.

A la hora señalada

Ángela Gentile y Eduardo López son infectólogos pediátricos del Hospital de Niños “Ricardo Gutiérrez”. Ambos integran el grupo de asesores del Gobierno en la pandemia. Para López, “en Argentina está demostrado que los jóvenes y adultos jóvenes son los que más incumplieron los períodos de confinamiento. Tengo mis dudas de que un toque de queda pueda ser aceptado acá”.

Sin embargo, dijo, «técnicamente podría valer, aunque no como única medida. Creo que las provincias que ahora están teniendo curvas exponenciales deberían hacer confinamientos focalizados, con restricciones intensas en períodos cortos, de 10 a 14 días. Y en los lugares de veraneo, el protocolo debería considerar el cierre temprano de pubs y discos. Ahora bien, no tiene sentido tomar esas medidas si se van a organizar bailes y fogones en las playas. Incluso al aire libre, cuando se agrupa mucha gente por largo tiempo y sin barbijo, el riesgo no se elimina”.

Por su parte, Gentile opinó que “es muy complicado pensar en una estrategia como el toque de queda acá”, y agregó: «Las estrategias, al igual que las herramientas de diagnóstico epidemiológico, deben tener un elemento local en función de la realidad del lugar”.

“Doy mi opinión, pero no es en nombre del comité”, avisó Ignacio Maglio, integrante del Comité de Ética y Derechos Humanos que asesora al Ministerio de Salud de la Nación, además de abogado a cargo del departamento de “Riesgo médico legal” del Hospital Muñiz y coordinador del área de Promoción de los Derechos de Fundación Huésped. “Hay que hacer un juicio en el que se ponderen dos cosas: la inminencia y la gravedad”, introdujo.

Maglio se refirió a la»carga simbólica de la dictadura» y de los «toques de queda durante el gobierno de Fernando de la Rúa, en la crisis del 2001”, y subrayó: “Volver al confinamiento total sería difícil. Hay que ponderar si la gravedad del rebrote existe y si es inminente. La ONU dice que para que una medida respete los derechos humanos y no sea discriminatoria, debe tener un propósito legítimo, no ser arbitraria y circunscribirse por un período de tiempo limitado”.

Así, “un supuesto toque de queda debería ser una medida transparente y participativa, siempre que se hayan agotado las instancias de cooperación y solidaridad de la sociedad (que la gente se cuide para cuidar a los demás)».

«Si así y todo fuera necesario tomar una medida como esa, debería ser con el apoyo de las asociaciones civiles, del Congreso… no solo producto del Poder Ejecutivo. Aunque tenga las facultades, debería tener adherencia. En la epidemia se vio bien que las medidas por coacción tienden al fracaso”, afirmó.

Latitudes

Federico Finchelstein es historiador, profesor de la New School for Social Research de Nueva York y autor del flamante libro “Una breve historia de las mentiras fascistas”. En diálogo con Clarín apuntó que “el toque de queda, pensado de esa forma o, más bien, presentado de esa forma, parece un error. Es ideológicamente complicado a partir de la historia de represión de la Argentina. Más allá de cualquier intención sanitaria, no suena bien presentado así”.

Además, señaló, “el toque de queda implica la idea incorrecta de que los argentinos no van a cumplir las reglas. Distinto sería si se pusiera énfasis en que el virus es muy grave, que la primera línea de prevención es el barbijo y los políticos dieran el ejemplo de aquello que le piden a la población”.

Por fin, Ingrid Sarchman, docente del Seminario de “Informática y Sociedad” de la carrera de Ciencias de la Comunicación de la UBA, aclaró que la pandemia puso en evidencia la tendencia a «compararnos con el resto del mundo, especialmente con esa categoría difusa llamada ‘países serios’; imagen idealizada de lo que sucede en lugares con supuestos buenos administradores y gestores, como el dicho de que ‘el jardín de al lado siempre es más verde’”.

“¿Cómo interpretamos y extrapolamos las acciones de otros países?”, se preguntó Sarchman, y apuntó: “En nuestro país, el tema de la nominación no es menor. Hace unos meses se inventó el término ‘infectadura’ para definir un tipo de restricción a la libertad de circulación. Ese mecanismo de descontextualización hizo que se perdiera el foco de la discusión, es decir, evitar que el virus circulara”.

Fuente : Clarín