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Las diferencias con Didier Pironi eran notorias, la rivalidad se había acrecentado, Gilles Villeneuve se calzo el casco, subió a su auto y salió a bajarle el tiempo…
Fue un 8 de Mayo, como hoy, pero de 1982, en Zolder, la Fórmula Uno clasificaba para el Gran Premio de Bélgica, él ya se había bajado del auto y miraba los monitores, su compañero le bajo el tiempo. Las diferencias con Didier Pironi eran notorias, la rivalidad se había acrecentado, Gilles Villeneuve se calzo el casco, subió a su auto y salió a bajarle el tiempo, quedaba muy poco para finalizar la tanda. Se lanzó hacer la vuelta, lo venía logrando, pero un auto lento se cruzó en su camino, el auto voló y comenzó a dar vueltas, su cuerpo salió lanzado fuera del mismo, su alma emprendía el viaje al cielo, tal vez apurado para ir a competir con las glorias que lo esperaban, su cuerpo quedo inerte contra un alambrado, de esa forma moría un grande, un tipo fiel a su estilo que no lo cambio nunca, un tipo que fue capaz de ser el niño mimado de Don Enzo a pesar de ser el que más autos le rompió, aquel que supo emular a su maestro Carlos Reutemann, en eso de poner a punto un auto, aquel que con René Arnoux deleitó al mundo en un rueda a rueda en el Gran Premio de Francia de 1979 donde los corazones se detenían, parecían que se tocaban pero demostraron que dos autos pueden ir a la par y a fondo, en lo derecho como en las curvas, aquel que destruyó el mito de que un motor turbo no podía ganar en las calles de Montecarlo, aquel que llevo a boxes su Ferrari en tres ruedas, porque se desbando el neumático y en su afán por volver al recambio termino perdiendo la rueda y dañando la suspensión, aquel que con el alerón delantero levantado, casi sin visibilidad les seguía dando pelea, tanto hay para hablar de este canadiense que nos dio tanto, que pasaron treinta y dos años y todavía duele, era un tipo distinto, de esos que dio todo por su pasión, un grande que se fue como vivió a fondo…
Guillermo Blanco