Olimpo, acechado por la sombra del descenso, fue al Monumental como quien marcha hacia su condena. En la previa había un espacio para la sorpresa, pero el conjunto bahiense hace rato que dejó de creer en los milagros. Para River fue un respiro dentro de tanta escasez. Sólo eso. La verdadera prueba la tendrá en la Supercopa ante Boca, el 14 de marzo, y cuando empiece a competir en la Copa Libertadores, sus dos grandes objetivos en el semestre. De momento lo único que puede hacer es maquillar su pobre desempeño en el campeonato argentino y dar los primeros pasos hacia su recuperación. Le falta.
Gallardo, en el momento más difícil desde que está en River, deberá ajustar las piezas si quiere desempolvar la mejor versión de su equipo. Tiene un rompecabezas que resolver. Si antes River ganaba los partidos casi por espasmo, con una naturalidad que lo llevó a posicionarse como el mejor del fútbol argentino, hoy necesita trabajar cada centímetro. Con menos no le alcanza. En el último tiempo el equipo ha dado señales de que algunos sectores entraron en colapso. La frescura que lo caracterizaba le dio paso a un desempeño torpe, apurado, que sólo funciona contra rivales de la talla de Olimpo, condenado a pelear hasta las últimas consecuencias por quedarse en la máxima categoría. Las transiciones defensa-ataque, antes fluidas, hoy son desprolijas y a destiempo. A este River se le ven los hilos.
El 1-0, a cargo de Nacho Scocco
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El sistema colectivo no da la talla en los momentos más calientes. Anoche volvió a depender de la fuerza individual. Con un césped infectado durante la semana que sólo mejoró en lo estético, River, ante la imposibilidad de dominar las acciones desde el conjunto, se inclinó a la búsqueda personal. Le salió bien por la calidad de su hombres.
Olimpo, ante la evidencia de que meterse atrás en el Monumental podía complicarlo, salió a presionar alto. La primera jugada del partido fue del equipo bahiense. Armani, que tuvo un buen debut, evitó el descalabro en el amanecer del partido.
River estaba ligero, rápido, pero no podía construir. Abrazado al vértigo, se salteó la elaboración, su arma más precisa, y no supo cómo avanzar. Olimpo no se lo hacía fácil. Gonzalo Martínez empezaba a martillar, pero terminaba chocando. La visita, mientras tanto, lo obligaba a retroceder.
El segundo de Scocco
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River, entonces, empezó a depender de sus individualidades. Scocco, a los 28, casi acierta al arco en un tiro libre plano. La pelota se fue muy cerca del arco de Carranza. Fue una suerte de advertencia.
River, que durante la primera parte había estado muy acelerado, salió al segundo tiempo con más decisión. Pero le faltaba juego. El funcionamiento llegó después de que Scocco convirtiera una perla inolvidable. Sobre el final llegaría una obra magnífica del delantero, que apiló a cinco jugadores de Olimpo y cerró con grandeza una noche que había empezado torcida.
Fue el quinto triunfo de River en el campeonato. Antes ya se había impuesto sobre Temperley, Banfield, San Martín de San Juan y Unión. Los tres primeros fueron de manera consecutiva, en el inicio del certamen. Después de eso llegó el apagón futbolístico.
Muy lejos de Boca, a River le queda soñar con su recuperación. La próxima semana irá a Lanús, un escenario que le trae malos recuerdos. Anoche tomó un poco de aire. Fue Scocco, con dos golazos, el responsable de que el Monumental volviera a brillar por lo menos por unos minutos.