Delira la mitad de Avellaneda. En los bares. En las calles. En sus casas. En familia. Entre amigos. Delira la mitad celeste y blanca. La que se siente cada vez más cerca de la gloria. La que ve cómo Lisandro López guía desde adentro de la cancha a un equipo que encontró el cielo en pleno infierno.
Delira la mitad de Avellaneda. La que se quedó con un clásico caliente, con polémicas, lesionados, demasiados amonestados, muchos goles, alegrías y tristezas. Delira todo Racing, que sin merecerlo ni jugar bien se dio el gusto de ganarle a Independiente en su estadio, ahí, en la mismísima caldera. Ahí, en la que el Diablo había ganado ocho de los últimos diez clásicos. Poco le importará a Racing haber sido inferior a su rival de siempre y que gran parte del triunfazo haya sido responsabilidad de su arquero Gabriel Arias. Delira la mitad de Avellaneda con ese 3 a 1 tan real como mentiroso. Delira por llevarse mucho premio para tan poco fútbol. Pero no se preocupa ahora. Es más puntero que nunca y espera una mano de Boca para bajar a Defensa y Justicia.