Juan Martín del Potro nunca deja de sorprender. A los 29 años y después de perderse prácticamente tres temporadas enteras por diversas cirugías en sus muñecas (una en la derecha y tres en la izquierda), el tandilense conquistó el primer trofeo de Masters 1000 de su carrera. Sobre el cemento de Indian Wells, el tandilense derrotó por 6-4, 6-7 (8-10) y 7-6 (7-2) al número 1 del mundo, Roger Federer. El título se ubica, sin dudas, como uno de los más valiosos de su carrera: por la historia y el presente del rival (el suizo tenía un invicto de 17-0 en el año), y por el prestigio del torneo, que desde hace tiempo es considerado una suerte de quinto Grand Slam. El argentino ya es el nuevo número 6 del mundo y, más que nunca, toma impulso para tratar de luchar por el Nº1, algo insospechado no hace tanto tiempo cuando su maltrecha muñeca izquierda no le permitía competir y ser feliz.
Desde el inicio del partido, la estrategia de Federer fue muy clara: tratar de irritar y deplazar a Del Potro cambiándole las alturas y los efectos de los tiros, intentando evitar que el argentino se invirtiera para pegar su poderoso drive. Lo logró, pero solo en cuenta gotas, porque el jugador entrenado por el exdoblista Sebastián Prieto lució enérgico, con electricidad en las piernas, atento y llegando a los tiros rivales con justeza.
Cada uno sostuvo su servicio desde el arranque, pero Del Potro le quebró el saque en cero a Federer en el quinto game y se adelantó 3-2. Fue un mazazo. En ese juego el suizo cometió dos errores con la derecha, inusuales en su abanico de exquisiteces. Bastante más lento y desafinado de lo habitual, Federer padeció el empuje y la lucidez de Del Potro. El jugador formado en Independiente de Tandil ganó el octavo game (5-3) sin perder puntos con su furioso saque. Luego, en 34 minutos, el argentino cerró el primer set: 6-4. Un 76% de puntos ganados con el primer saque y un 80% con el segundo, fueron algunas de las estadísticas con las que Del Potro superó al gran Roger.
Fue llamativo lo fuera de ritmo que estuvo Federer y así comenzó el segundo set: Del Potro tuvo dos chances de quiebre, pero el helvético, siempre ovacionado y herido en el amor propio, se afirmó en el saque y sobrevivió. Fue un momento muy crítico superado por Federer, ya que hubiera sido durísimo desde lo anímico empezar el segundo parcial en desventaja ante un rival que martillaba y martillaba sin parar. Sin embargo, reponerse de ese momento de alarma, rehabilitó al europeo.
Del Potro, que llegó al duelo final de Indian Wells con diez victorias consecutivas (además de los partidos de este torneo, se suma el título en el ATP 500 de Acapulco), mantuvo el tono serio y concentrado. El revés de dos manos (ya no lo afectan los fantasmas de otros momentos) y las voleas fueron recursos que Del Potro incorporó en su lista de opciones para tratar de confundir al campeón de 20 Grand Slam.
Federer tuvo su primer instante auspicioso en el décimo game del segundo set, con Del Potro sacando 4-5 y 15-40. Pero el hincha de Boca salvó el primer set point con un derechazo cruzado y, el segundo, luego de un error no forzado de Federer con el drive. Las acciones siguieron parejas, cada decisión tuvo una importancia clave y así llegaron al tie-break. La tensión y los nervios entraron en juego como nunca. El líder del ranking sacó 6-5 y después de un servicio esquinado que había parecido bueno, empezó a caminar hacia su silla, pero Del Potro reclamó la revisión del tiro con el Ojo de Halcón y se comprobó que en realidad había sido malo. Federer, perturbado, dejó la toalla, volvió a la línea de fondo, hizo el segundo saque y cometió doble falta (6-6). Del Potro contó con un match point (8-7) con el saque de Federer, pero luego de varios tiros, su drive se estrelló en la red. Federer sobrevivió a la tormenta, pasó por todos los estados de ánimo y, con el reloj marcando 1h39m, ganó el tie-break por 10-8 y se desahogó. Del Potro, furioso, rompió la raqueta y le reclamó al umpire que no detenía los gritos del público cuando hacía sus segundos saques.
En el tercer set aumentó el nivel de intensidad, la precisión y la carga anímica. Como dos orgullosos peso pesados arriba del ring más glamoroso de Las Vegas, Federer y Del Potro siguieron golpeándose sobre el cemento californiano con agresividad, demostrando por qué son, hasta el momento, los dos tenistas más destacados de la temporada. En el noveno game, Del Potro sacó 4-4 y 30-40, pero salvó el break-point con un escopetazo de drive. Sin embargo, pocos segundos después y en el mismo juego, Federer le hizo un gran daño al argentino con una devolución de revés para, esta vez sí, conseguir el break y adelantarse 5-4. Parecía una diferencia inalcanzable. La leyenda suiza tuvo tres match points para concluir su obra -y su defensa del título-, pero, en un partido de altísima tensión, el argentino le quebró el saque a Federer (5-5). Extraordinario.
No podía ser de otra manera. Una final tan electrizante, la definición tenía que ser en el tie-break. Pero no hubo equivalencias. Porque Del Potro lució imperturbable, sólido y contundente. Y cuando el cartel electrónico marcó dos horas y 42 minutos de acción, un drive invertido de Federer se perdió largo y el tandilense explotó de alegría, haciendo añicos cualquier favoritismo en contra.
Con el espectacular título en Indian Wells (el 22º de su carrera), el tandilense se unió al exclusivo club del croata Marin Cilic y del suizo Stan Wawrinka como los únicos en ganar, al menos, un Grand Slam y un Masters 1000 fuera del grupo de fantásticos que conforman Federer, Rafael Nadal, Novak Djokovic y Andy Murray.
Del Potro ganó un Grand Slam (Abierto de los Estados Unidos 2009), la Copa Davis (2016) y dos medallas olímpicas (bronce en Londres 2012 y plata en Río de Janeiro 2016). También tiene coronas de ATP 500 y 250. Le faltaba un trofeo de Masters 1000 (había perdido tres definiciones). Pero le faltaba. Porque el tandilense, el hombre que hizo un culto de la resiliencia, nunca deja de asombrar y, en el desierto californiano, saldó una de sus pocas cuentas pendientes. ¿Cuál es su límite? No lo tiene.