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Es cierto que el Xeneize ya es casi un experto de los campeonatos largos: desde 2015 viene imponiéndose en estos formatos. Sin embargo, cada coronación tiene su trabajo y sufrimiento. No todo fue pan comido para este equipo, como muchos piensan. Además de los rivales que se turnaron para estar en su persecución, el eterno líder debió hacerle frente a un vendaval de lesiones y a las sospechas que tanto preocuparon a Guillermo Barros Schelotto.
La Superliga había arrancado de mil maravillas para el equipo conducido por los Mellizos. Un nivel futbolístico y mental que lo ubicaba como el mejor del país. Aquello se reflejó en un comienzo récord: triunfos en las primeras ocho jornadas, algo nunca antes experimentado en la historia azul y oro, que incluyó una victoria en el Monumental ante River (2-1). Sin embargo, el plantel se despertó bruscamente de aquel momento soñado cuando Fernando Gago, jugando para la selección en octubre, y Darío Benedetto, en la derrota ante Racing (2-1) de la 9a jornada, sufrieron lesiones graves.
Culpables absolutos de que Boca pusiera la vara tan alta, a la que luego, con sus ausencias, el equipo ni siquiera se acercó. No hubo un volante capaz de hacer olvidar la imprescindible figura de Gago durante las 20 jornadas en las que se ausentó: el equipo tuvo infinidades de problemas para jugar bien. Y ni qué hablar para encontrar el sustituto de Benedetto: por el puesto pasaron Oscar Benítez, Walter Bou, Guido Vadalá, Ramón Ábila y Carlos Tevez.