Fuentes judiciales confirmaron que no se acercaron familiares ni allegados a la morgue judicial. Dos empleados del comercio están detenidos y acusados de «homicidio simple»
El cadáver de Vicente Ferrer sigue en la morgue judicial. Nadie reclamó el cuerpo del hombre de 68 años que, según se presume, murió tras ser golpeado por dos empleados de la sucursal San Telmo del supermercado Coto, después de que intentara hurtar dos chocolates, un queso y un aceite.
Al misterio sobre la muerte de la víctima, ocurrida el 16 de agosto en la puerta del comercio ubicado en la calle Brasil, se le suma su historia personal. Fuentes judiciales confirmaron a Infobae que al menos hasta este viernes al mediodía, a una semana de ocurrido el hecho, no se acercaron familiares ni allegados al juzgado que instruye en el caso.
«No sabemos nada de su vida», sintetizó uno de los investigadores que tiene acceso al expediente. De acuerdo a los rastreos que hicieron en la Justicia, se cree que Ferrer tiene una hija de 34 años, dedicada al rubro de la publicidad, y algunas versiones indican que viviría en Alemania.
Esa presunción surge del cruce de datos, ya que su nombre aparece vinculado al domicilio donde vivía el hombre, y es el mismo que figura en una red social laboral, donde se informa que trabaja en Europa.
El día de su muerte una mujer se presentó en la comisaría de la Policía de la Ciudad con jurisdicción en San Telmo y dijo que era la esposa, pero nadie tomó sus datos. «No hay cómo ubicarla», explicaron las fuentes.
De acuerdo con lo que informaron los médicos forenses en el informe preliminar de la autopsia, que indica que Ferrer tenía un traumatismo en el cráneo, los investigadores sospechan que al hombre lo mataron los golpes que recibió por parte de uno o ambos empleados, quienes sacaron del local al señor cuando descubrieron que se había hurtado esos alimentos.
La única testigo que vio la escena hasta el momento es una empleada de un comercio de la cuadra, que relató cómo le pegaban. En la Justicia creen que hay otras personas que observaron el hecho y esperan que se presenten la semana próxima, para sumar al esclarecimiento.
La división Homicidios de Policía de la Ciudad además presentó nuevas imágenes tomadas de cámaras de seguridad de la zona. En las que ya tienen el Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional N° 33, a cargo de Darío Bonanno, no se distingue la golpiza.
La testigo relató que vio cómo uno de los empleados de Coto apoyó su rodilla contra Ferrer y no lo dejó mover del suelo. «Escuché que le decía que no podía respirar», declaró la mujer, según contaron a este medio fuentes judiciales. El hombre estaba consciente cuando llegó la Policía de la Ciudad. Pero enseguida se desvaneció y llegó muerto al hospital Argerich.
La autopsia mostró que la víctima tenía un derrame en el cerebro producto del traumatismo. Los sospechosos fueron indagados por los investigadores y negaron que le hayan pegado. Se supone que en los primeros días de la semana próxima podrían procesarlos por el delito de «homicidio simple». Se trata de Gabriel Alejandro de la Rosa, vigilador privado, de 27 años, y Ramón Cerafín Chávez (32), empleado.
Alejandro Broitman, defensor de De la Rosa, dijo que su cliente no participó del hecho. Aseguró que siguió al «ladrón» hasta la vereda, donde lo retuvo y que después le exigió que devolviera la mercadería robada.
Como Ferrer se negó, intervino Chávez, mientras que De la Rosa fue a buscar a la Policía. Al regresar al lugar del hecho con un agente, supuestamente encontraron al hombre desvanecido en la vereda.
Se espera que Bonnano cite a declarar al médico que estuvo a cargo de la autopsia para que dé su interpretación de lo que vio en el cuerpo de Ferrer. «Ahí se despejan las dudas sobre si la muerte fue producto de la caída o de los golpes», explicaron fuentes del caso.
Además del fuerte traumatismo, Ferrer tenía lastimaduras en la cara. «No sabemos qué generó la muerte pero todo hace parecer que fueron los golpes», comentaron investigadores.
Ferrer nació el 26 de octubre de 1950. Vivía en un pequeño PH en Defensa al 1300, a dos cuadras del supermercado donde lo golpearon. Trabajó desde 2007 hasta 2016 para un consorcio de propietarios. Uno de sus vecinos contó que era una persona muy reservada: «Era muy solitario. No vivía con nadie. Sólo me decía hola y chau».
Cuando un cuerpo no es reclamado por nadie, la Justicia espera un tiempo prudencial no fijado, hasta que se hace la inhumación administrativa y finalmente se lo envía al cementerio de la Chacarita, donde lo entierran.