150° aniversario de la escuela N°1 de General Alvear

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Recuerdos de los Egresados 1948.

Por Lis Solé.

El 9 de octubre, la Escuela N° 1 cumple 150 años y todo el pueblo anda en busca de datos, fotos y documentos. Recoger información inédita y de primera mano es un lujo difícil de encontrar seguros que que será para siempre el documento más preciado y creíble. Por eso que la re narración en estos casos, no vale la pena porque le quitaría el valor testimonial que la entrevista tiene. Dos memoriosos, Juanita Jara de Barloqui y Rodolfo Solé, ambos de 86 años, compañeros de grado en la Escuela N° 1 de General Alvear y egresados en el año 1948, describen el viejo edificio, sus alumnos y maestros.

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Unidos por una amistad de años, se siguen reuniendo para conversar y recordar “viejos tiempos” donde el entusiasmo y la conversación vivaz de Juanita son aprobadas con asentimientos de cabeza de Rodolfo, que confirman cada recuerdo. Imperdible. (Entrevistas realizadas en el año 2019)

Juanita Jara: “- La escuela N° 1… Tengo tan lindos recuerdos de mi escuela primaria. Yo fui siempre compañera de escuela y de juegos de Rodolfo y terminamos juntos a los 14 años. En esos tiempos, entrábamos a los ocho años a primer grado y juntos fuimos hasta el último año que existió en la escuela del edificio viejo, en el año 48. La escuela vieja estaba en la esquina de la plaza, en el mismo lugar que está la actual y nosotros fuimos “la última promoción” que cursó en esa escuela vieja porque al año siguiente llegaron los constructores Migliori que la demolieron y empezaron a construir una nueva”.

Rodolfo: “- Sí. En el año 49 demolieron la escuela y por unos años, hasta el 52 más o menos, funcionaba en la misma cuadra de mi casa, en Mitre, frente al Salón de Actos del Colegio de Hermanas, en la casa de la familia Tagliani que luego vivía don Victoriano Martínez, una casa grande con un patio interior y piezas grandes”.

NO ESTABA PARA DEMOLERLA…

Juanita: “-Yo tengo una foto chiquita de la escuela vieja con sus rejas y ese patio tan lindo: estaba la reja, después el patio con el busto de Sarmiento donde izábamos y arriábamos la bandera todos los días de la vida, mismo lugar donde se hacían los actos y siempre de pie porque no era tan grande como para sentarse”.

“No estaba para demolerla: era una escuela antigua hermosa pero muy bien conservada con pisos de madera, salones altos, amplios… No tenía doble piso como ahora, era planta baja nada más con un patio de varones y un patio de mujeres porque en esa época no se mezclaban: las chicas estaban en un patio para allá siempre vigiladas por las maestras y de este lado, estaba el patio de los varones, cada uno cuidado por los maestros”.

Rodolfo: “- La escuela estaba muy fuerte y las paredes buenas. En el patio, para el lado de la Comisaría se encontraban unos baños grandes para las mujeres y otros para los varones. La escuela tenía forma de L que terminaba justo en el busto de Sarmiento y de ahí empezaban las aulas que eran tres o cuatro, de 1° a 6° pero en dos turnos, los mayores a la mañana y los más chicos a la tarde”.

EL PORTERO MOLINO, ERA COMO UN MAESTRO

Rodolfo: “- Además de los maestros estaba Molino que era casi un maestro. Molino era el portero: cuidaba la escuela, limpiaba y tocaba la campana pero era como un maestro. Flaco, alto, querido por todos, siempre llevaba un delantal gris. Llegaba primero a la escuela y se paraba en la puerta que daba sobre la calle Irigoyen. Era el encargado de la campana: media campana para terminar el recreo y formar, y campanazo fuerte para entrar. Además también se encargaba de preparar y ayudar con la merienda o el desayuno”.

LA MERIENDA EN JARRITOS DE ALUMINIO

Juanita: “- Me acuerdo de doña Vicenta Parente; ella preparaba la leche que servía en un jarrito de aluminio con manijita. En el segundo recreo, en el primer banco, -en el asiento del primer banco que era un pupitre- ella ponía ahí los 33 jarritos; cuando salíamos al segundo recreo cada uno levantaba un jarrito y lo llevábamos al recreo. Todas las nenas contra el corralón en hilera y los varones, en el patio de varones. Y entonces venía doña Vicenta con una jarra enlozada con pico, hermosa la jarra, con leche pura y Molino con el canasto de pan. Así que Vicenta se acercaba y cada uno poníamos el jarrito para tomar la leche en el segundo recreo”.

LAS CLASES DE MÚSICA CON LA SRA. DE TAGLIANI.

Juanita: “- Aaah… En nuestra época el Director era Martínez, don Federico era el Director. Siempre fue él el Director y una de las maestras era la “Tota” Martínez, hermana de don Federico, y la sra.Tagliani; las dos tocaban el piano pero Nélida Tagliani era la Maestra de Música”.

“Las clases de música eran los jueves y se juntaban todas las aulas en el salón de actos. Íbamos a cantar. Cantábamos la Marcha de la Bandera, la de Sarmiento, el Himno Nacional y después la Sra. de Tagliani tocaba el piano, y nosotros escuchábamos todos de pie. No había lugar para bancos, así que todos en fila, de pie, escuchábamos como ella tocaba el piano. Todos parados y la señora tocaba el piano y la otra le daba vuelta las hojas como si fuera un concierto. Y nosotros en silencio. ¡Hermoso! ¡Cómo me gustaba escuchar ese piano!”

Rodolfo: “- Sí. “Tota” se llamaba Olga y Nélida Rodrigo nos formaba para cantar siempre parados en fila. Era una hora y media una sola vez a la semana pero no siempre íbamos todos a la clase de Música, los que tenían fea voz se quedaban con la maestra”.

¡LES VOY A DAR DE CACHETADAS!

Juanita: -“En primer grado teníamos el libro “Pimpollitos”… Recuerdo sus páginas: “Mi mamá amasa”, “Sofía usa ese sofá”, todo era así, con unos dibujos preciosos y las letras en imprenta y en manuscrita, para unir las letras y conocer las palabras. Ahora es bien distinto”.

“Recuerdo también otros libros que los tengo guardados. Estaba “Brisa”, “Mundo Americano”, -que lo tengo y lo guardé como una reliquia-… en aquellas épocas estudiábamos de todo, hasta Historia Antigua… ¡Ahora ni Grecia, ni Roma, ni los fenicios, ni nada! Ahora nada que ver. Mis nietos no saben nada y nada que ver a los que aprendíamos nosotros. ¡Nada que ver! Yo conservo muchos libros”.

“En 1° grado teníamos a la señorita María Lavataglia. En segundo grado, a la Tota Martínez. La Tota… “¡Cachetadas!” Decía… ¡Era brava la Tota! Era gritona; “¡Cachetadas!”…  Siempre amenazaba a los varones y les gritaba: “¡Le voy a dar de cachetadas!” Se ponía furiosa. Y nosotros todos calladitos, nadie decía nada. Había mucho respeto, nadie decía nada. Ahora es todo completamente distinto”.

LA IMPECABLE LETRA DE ENTONCES

Rodolfo: “- En esa época, había que tener buena letra. Practicábamos mucho la caligrafía y ortografía y teníamos la clase de Caligrafía todas las semanas. En esas horas la maestra escribía prolijamente en el pizarrón y nosotros copiábamos en los cuadernos. Además de la letra cursiva, también aprendimos la letra gótica con la lapicera de pluma y tinta con tintero en el pupitre. Había que ser muy prolijo para copiar exacto y sin ensuciar. Usé esas letras después para hacer carteles para la escuela donde trabajaba mi mujer, Doris Yaconis, y hasta hice álbumes de casamientos para las esposas de los oficiales cuando estuve en el Servicio Militar, en Azul”.

LOS VECINOS DE LA ESCUELA

Juanita: – “La escuela era muy bonita. La dirección estaba para el lado de la Intendencia y la casa del Director al final del patio de los varones donde había un corralón. Para ir a la casa del Director había que salir afuera y entrar por la calle Sarmiento y en donde hoy es lo de Cacholino González, era la fábrica de mosaicos de Spitaletta y en la actual casa de Safar, había una fábrica de mosaicos de los italianos Eugenio y Mario Paolini”.

“Íbamos a la escuela con guardapolvo con tablas y un moño atrás y los chicos de delantal y con cartera en bandolera. Las nenas con la cartera en el brazo con unas hebillas chiquitas donde guardábamos los cuadernos y la cartuchera”.

Rodolfo: “-Yo vivía en la chacra, así que me venía caminando desde allá todos los días por camino de tierra tratando de no estropear el delantal y los zapatos. A la salida, llevaba todos los cuadernos hasta la casa de la maestra Araceli Fernández de De la Vega y de paso, bombeaba hasta llenar el tanque de agua de la casa y entonces ella me convidaba con tortas y me ganaba unas monedas”.

LOS COMPAÑEROS DE SEXTO GRADO. PROMOCIÓN 1948.

Rodolfo: “- Recuerdo todo el salón y puedo nombrar a cada uno siguiendo los bancos. En 6° grado, la maestra era Aurora Fernández, hermana el Dr. Fernández que vivía en una casa en Hipólito Irigoyen entre lo de mi hermano Héctor, en la casa de Iparraguirre”.

“En el primer banco se sentaba el hijo del Comisario Burgos, un chico rubio que estaba adelante con Tiberi. Atrás estaba “Totito” Fittipaldi; “Titi” Mansilla que vivía en el campo y que era soltero; Luis María Leiva; Ernesto Alonso; el hijo del peluquero Olivetto; Darío Paladino; “Tatán” Orella; “Coco” Martínez… Yo como era alto, tenía 14 años me sentaba en el fondo. Del otro lado se sentaba una rubia de apellido Crotolari; una Meyra de Micheo; atrás juntas Julieta Peredo y Juanita Jara; Silvia Mollica, la señora de Héctor Pina se sentaba con Juanita Páez; atrás Elisabet Rodríguez y Nélida Llanas, hermana del relojero…”

“Después estaba la hija de Aureliano Alonso que vivía donde ahora es lo de Marcela Poretti, Sara Alonso, muy linda pero brava… Compañeros del mismo salón también eran “Feluya” Granieri y “Tete” Severino que eran muy traviesos y que hacían llorar a Olga Martínez de tanto que renegaba”.

Juanita: – “Sí. La mamá de Carlitos Pina se sentaba al lado mío. Me acuerdo de Julieta Peredo, Sara Alonso, Elba Casquero, Amanda y María Spitaletta, Elsa Driusso, Olga Arena, Nilda Páez…”

ERAN COSAS DE ANTES

Rodolfo: – “Antes trabajábamos desde chicos, con 10 años yo cuidaba chanchos en la chacra y ayudaba en la chacra o en los hornos de ladrillos. En esa época, el horno de papá estaba frente de la actual casa de María Yocco, en 25 de Mayo y Belgrano. Mis hermanos Fermín y Juan Antonio eran los ladrilleros mientras yo me ocupaba de los caballos alrededor del pisadero y al terminar, iba con ellos todos los días hasta un manantial que estaba cerca de lo de Astaburuaga para bañarlos y quitarles todo el barro que se les empantanaba en la cola y la panza. No tenía mucho tiempo para hacer deberes para la escuela”.

Juanita: – “Ahora estoy leyendo un libro de Rolando Hanglin, él dice que la escuela antigua es de un pensamiento antiguo y que los pensamientos antiguos son de derecha. No es así. Son cosas de antes, como era antes. Ese respeto por los maestros, por los padres, por la abuela, por la escuela. No son derecha esas cosas, son cosas de antes que es algo bien distinto. Antes un chico de 12 años tenía un oficio, salía a trabajar porque ya sabía trabajar. Ahora ya no se puede y llegan a adultos sin saber hacer nada”.

AMIGOS DE TODA LA VIDA

Juanita: “- A mí me criaron mis abuelos; yo no conocí a mis papás. La abuela Tomasa Meoqui me crió. Tengo un hermano mayor y cuando estaban esperándome a mí, un día mi padre salió a cazar con mi primo, saca la escopeta y sale un disparo accidentalmente y falleció. A los cinco meses nací yo, mi mamá salió a trabajar de sirvienta y a mí me mandaron con los abuelos: José Meoqui y Tomasa Antonia Yoli, en Lobos y en 1941, llegamos a Alvear cuando tenía 3 años”.

“Y ahí nos conocimos con Rodolfo: jugábamos con las bolsas que subían por el tobogán de las máquinas cosechadoras con Rodolfo y con Héctor Solé, los más chicos. Mi abuelita Tomasa Meoqui era muy amiga de la abuela María Solé, la mamá de Rodolfo”.

“Y cuando nos hicimos grandes, fuimos compañeros de grado. Nosotros después nos mudamos al pueblo y vivíamos en esta misma calle entre Wallace y Ameghino, y desde ahí íbamos a la escuela con mi hermano. Después me casé, nos fuimos a Los Flamencos de Crotto donde mi marido era el capataz y Rodolfo trabajaba con los tractores y cuando nos encontrábamos conversábamos, él era amigo ya de toda mi familia”.

“Son esas amistades de toda la vida. A veces, ahora pasa también cuando anda en el auto, y para, y conversamos un rato”.

El testimonio de Juanita y Rodolfo no sólo describe sin necesidad de fotografías a un edificio que ya no existe, sino también muestran una época con otras costumbres y forma de pensar, con mucha pobreza, con padres que casi no sabían leer ni escribir pero que ellos por mérito propio, pudieron superar con gran esfuerzo y mucha voluntad.

Feliz 150 años Escuela N° 1 “Sarmiento” de General Alvear. Un brindis para los que estuvieron, para los que ya no están y para los de ahora que enfrentan una escuela sin gente, en una pandemia inimaginable y aún así, la siguen peleando.

Fotos gentileza de Estela “Polvorita” Barloqui.

  1. Escuela N° 1 antigua, demolida en 1949, vista desde la Iglesia.
  2. Juanita Jara y su hermano Bernardino W. “el Negro” Jara, ambos con delantal, cartera y bandolera.
  3. Compañeras de Sexto Grado Promoción 1948. La segunda de la derecha, parada, es Juanita Jara.
  4. Patio de la escuela con los alumnos en formación durante una fiesta escolar.
  5. Aurora Fernández de De La Vega, la maestra de Sexto Grado que Rodolfo menciona.