En la esquina de la calle 6 y la 29, en la ciudad de 25 de Mayo, Provincia de Buenos Aires, sólo se respira dolor y respeto por la familia de Santiago Maldonado. Pasadas las 14, Enrique Maldonado y Stella Maris Peloso, padres del joven tatuador que murió ahogado en el río Chubut, llegaron a la sala fúnebre de la cochería Casa Serrano. Junto a una de sus cuñadas dieron comienzo a una ceremonia de despedida íntima, antes de que a las 16 abran las puertas del lugar para el resto de los vecinos y amigos. Se espera que de un momento a otro también lleguen Sergio y Germán, hermanos de Santiago.
Mientras tanto, 25 de Mayo amaneció rodeada de 300 efectivos de la policía bonaerense, que implementaron un amplio operativo de seguridad en los accesos a la ciudad, a 230 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires, a modo de prevención y asistencia a la llegada de posibles manifestantes.
Aunque las puertas se abrirán a las 16, en los alrededores de la Casa Serrano, se empezaron a acercar los primeros vecinos y un grupo de amigos colgó una bandera con la imagen de Santiago y un pedido: «Verdad y justicia».
Los familiares pidieron que «no se lleven banderas políticas» al velatorio del tatuador ahogado en el río de Chubut tras escapar de un operativo de la Gendarmería en el Pul Lof Cushamen. «Venimos a saludar a la familia que es muy querida y respetada acá. Son muy buena gente y sus hijos también. Pero están destruidos pobres», cuenta una de las vecinas que prefiere no dar su nombre.
Los restos de Santiago Maldonado es velado en la cochería Casa Serrano de 25 de Mayo.
«Era un chico tranquilo, acá nunca protagonizó un lío. Fue doloroso para el pueblo lo que pasó pero no se politizó tanto como en Capital», comenta otra vecina.
El lugar ya está cercado a una cuadra a la redonda por móviles de Tránsito y Protección Ciudadana que cortan el tránsito vehicular en la zona. A su vez, apostaron una ambulancia del ministerio de Salud junto a una carpa de médicos.
Amigos de la familia se encargan de la organización de las afueras del lugar. Frente a la casa velatoria, un corralito armado con vallas y cartelería está reservado para que de ubiquen ahí los móviles de prensa. Y en las inmediaciones también hay policías de civil.
El pueblo, de 35 mil habitantes, se prepara para recibir cientos de foráneos. No tiene colectivo urbano. La gente llega en auto, caminando o en bicicleta.
La capacidad hotelera ya está agotada, y por temor a protestas, las autoridades recomendaron no abrir los negocios, en un clima que sólo es de respeto.