Las historias de Omar Perea y Javier Baez parecen escritas por un guionista. Uno que podría ser amante de las historias con finales felices y emotivos pero no. Perea escribió su historia y su gesto quedará guardada para siempre en el corazón de quienes entienden al deporte como una sana competencia que va más allá de los resultados.
Omar nació en Mayor Buratovich, una localidad del Partido de Villarino en el sudoeste de la Provincia. Esta es la segunda vez que llega a las finales de los Juegos en Mar del Plata, el año pasado ganó el oro en los 100. En el segundo puesto quedó Baez, nacido en Pinamar.
Esa fue la primera vez que se cruzaron pero el destino los enfrentó por segunda ocasión, este año, compitiendo por la misma final. Perea le contó a La Nueva “El año pasado este chico no pudo ganar la medalla, dijo que iba a esforzarse más para el próximo año y sin querer esta vez nos volvimos a cruzar”.
«Cuando me dieron la medalla, el pibe la miraba y eso me partió porque en cada lágrima veía su esfuerzo. Ni lo pensé y se la di” contó Perea, protagonista de una historia tan emotiva como real “Sólo quería que ese llanto se convirtiera en alegría y lo logré” dice el pibe que, sin quererlo, se ganó el corazón de todo un pueblo y de todos los deportistas.