La agitación en la respiración después de nadar durante 16 minutos por una medalla dorada para la Argentina no era tan intensa como la felicidad que tenía Delfina Pignatiello al hablar de su tercera victoria en los Juegos Panamericanos. Una alegría que superó incluso esa fea sensación física de cuando la sanisidrense se fue a dormir la noche anterior a su gran desafío: los 1500 metros libre, su principal especialidad, la prueba en que debía ganar, por más que haya viajado a Lima con la idea de aspirar todo metal que estuviera en juego.
«Anoche me acosté y me sentía mal. Pero era hoy o nada. La corrí con todo mi corazón y estoy súper contenta», confió la chica de 19 años luego de imponerse en el kilómetro y medio con una pequeña ventaja sobre su adversaria de siempre, la chilena Kristel Kobrich. «Normalmente corremos juntas», atinó a decir Pignatiello antes de que la euforia le obnubilara un poco la mente para hablar. «Me van a matar porque no estoy diciendo nada de vuelta… Pero acabo de correr y estoy súper cansada», comentó ante TyC Sports, con la frescura de la adolescente que es.
Y con la sonrisa más amplia y más duradera de todas sus declaraciones post competencia en los Panamericanos, la nadadora fue dejando de lado la carrera y la piscina y haciendo paso a sus sensaciones, a lo que le generaba la vivencia conjunta de la bandera, de los compañeros.
«Todo el equipo vino preparado mentalmente para lograr cuantas medallas se pudiera. Todo lo que había posibilidad de medalla, lo corrió. Estoy re orgullosa por mí, pero sobre todo del equipo, de los entrenadores. Cómo nos alentaban, el «vamos Argentina», escuchar el himno en el podio cuando estaba yo o estaban las chicas… No puedo explicar lo que se siente. Muy emocionante», alcanzó a decir. Encantada de la vida, con la candidez de una chica que construye una carrera deportiva a la que le queda mucho por experimentar. Y mucho bueno, según parece.