Las autoridades ya comenzaron a testear a todos los habitantes de la ciudad de Qingdao tras detectar unos 12 casos relacionados con un hospital.
Una vez más, y ya van unas cuantas, China vuelve a demostrar que en la lucha contra el coronavirus el país va a una velocidad diferente al resto. Tras casi dos meses sin registrar ni un solo contagio local, la aparición de un pequeño brote en la ciudad costera de Qingdao -doce casos confirmados, la mitad de ellos asintomáticos- se va a afrontar sometiendo a la prueba de ácido nucleico a sus más de nueve millones de habitantes en tan solo cinco días.
La espectacularidad de la medida sigue las pautas marcadas al tratar rebrotes anteriores, y con ella pretenden evitar que el foco se extienda por otras ciudades del territorio.
El nuevo brote está ligado al Hospital Municipal de Dolencias Pectorales de Qingdao, donde normalmente son ingresados aquellas personas que, al venir a China desde el extranjero, se detecta que son enfermos de la Covid-19 durante las pruebas y cuarentena obligatoria a las que se les somete a su llegada al país.
Por ahora, la gran mayoría de los infectados guardan relación directa con el centro. Según la Comisión Municipal de Salud de Qingdao, uno de los contagiados es un taxista casado con una enfermera del hospital. Cuando el hombre acudió al centro médico, se le hizo el test de coronavirus y dio positivo, lo que provocó cierta preocupación dado que por la naturaleza de su trabajo podría haber estado en contacto con mucha más gente.
Además de clausurar el hospital y confinar los edificios donde viven los afectados, las autoridades han lanzado una campaña de testeo masivo que se prolongará cinco días y pretende abarcar a sus más de nueve millones de habitantes.
El rebrote se ha detectado justo después de que termine la conocida como “semana dorada”, uno de los periodos vacacionales más importantes del país en el que se registraron más de 600 millones de viajes internos.
De acuerdo con la Oficina Municipal de Cultura y Turismo local, esta apacible urbe de la provincia de Shandong, famosa por ser hogar de la cerveza Tsingtao, recibió estos días unos 4,5 millones de viajeros durante ese periodo.
No es la primera vez que Qingdao es noticia por el virus. A finales de septiembre, se supo que dos estibadores del puerto de la ciudad eran asintomáticos tras descargar paquetes de pescado congelado con trazas de coronavirus en ellos. Aunque luego se les hizo la prueba a 210.000 residentes, todos ellos dieron negativo, y desde entonces no se tiene conocimiento de ningún caso más relacionado con este lote.
En septiembre se hicieron 210.000 tests tras identificar que dos estibadores habían dado positivo en el puerto de Qingdao Ahora, Beijing está aplicando en Qingdao la receta que tan buenos resultados le ha dado en ocasiones anteriores.
Primero fue la urbe de Wuhan, zona cero de la pandemia, donde sometieron a dos meses y medio de estricto confinamiento a sus once millones de habitantes.
También por entonces comenzaron a aplicarse otras medidas como el uso obligatorio de mascarillas, la utilización de aplicaciones móviles para rastrear a los enfermos y sus contactos o las campañas de testeo masivas, que le permitieron dejar a cero el contador de infectados en la capital de la provincia de Hubei.
Más tarde, las autoridades han seguido las mismas pautas allá donde haya surgido un brote, ya sea la mastodóntica capital del país (Beijing), la pequeña ciudad fronteriza con Rusia de Suifenhe o las urbes de Harbin, Dalian y Urumqi, capital de la región de Xinjiang.
Con este modo de actuar, el país ha conseguido extirpar casi por completo el patógeno de dentro de sus fronteras, donde la población puede llevar un estilo de vida muy similar al de antes del estallido de la crisis.
Según los datos oficiales, en todo el territorio hay poco más de 85.500 casos y 4.600 fallecidos, de los que la gran mayoría se produjeron a principios de año en Wuhan.
Aún así, la aparición de estos brotes esporádicos demuestra lo difícil que es detener por completo su propagación, incluso en aquellos lugares en los que apuestan por la mano dura a la mínima señal de su aparición.
Por Ismael Arana, Hong Kong, corresponsal
Fuente: CLARIN