Decidieron el destino, averiguaron el presupuesto necesario para vivir, y ahora sólo esperan la apertura de las fronteras para partir. Las motivaciones son múltiples pero todos coinciden en la búsqueda de seguridad, calidad de vida y estabilidad económica
La decisión está tomada. Se van de la Argentina. Algunos tienen pasajes emitidos, visas en mano, inmuebles alquilados o vendidos, y la ilusión de encontrar una mejor oportunidad de vida en el exterior. La motivación no es simplemente económica, buscan mucho más que eso: estabilidad, seguridad y sobre todo bienestar.
En julio de 2020 la consultora Taquión Research Strategy hizo un relevamiento que señaló que ocho de cada diez argentinos con posibilidades de proyección se irían del país si tuvieran las condiciones para hacerlo. Antes de la pandemia, la Universidad Argentina de la Empresa (UADE) preguntó a 1179 personas que viven en la ciudad de Buenos Aires y Gran Buenos Aires si se irían del país. La muestra elegida -nivel socioeconómico alto y promedio 32 años- dio una respuesta clara: 3 de cada 4 consideró la opción de emigrar.
Más allá de las estadísticas, estas son siete historias de profesionales, familias y empleados que se animan a dejarlo todo en su país de nacimiento con el único sueño de poder construir un futuro mejor.
Destino: Italia.
Luciano Sposo (38): “Necesito sacar a mi hija de este infierno social”
Estudió periodismo, aunque jamás ejerció ese oficio. Vive en un departamento heredado de 49 metros cuadrados en Villa Luro, trabaja desde que terminó el colegio secundario, tiene un proyecto personal en internet, vende libros digitalmente. “Me gusta lo que hago porque es algo propio, y los libros son mi pasión”, reconoce. Tiene 50.000 pesos en mano de ingresos, y no paga por su vivienda. Está separado, y es padre de una adolescente de 15 años.
“El interés verdadero por emigrar empezó hace algunos meses”, relata.
En función de cumplir su meta puso en marcha los trámites para obtener el pasaporte comunitario de la Unión Europea. “El día que lo tenga en la mano me voy. No aguanto más. No lo hago solo por mí, sino por mi hija, la quiero sacar de este infierno social. Mi ex pareja está de acuerdo”.
El destino que tiene en mente es Italia, o tal vez Francia. No tiene problemas en empezar de cero “para comer” y luego crecer para desarrollar su proyecto editorial en el exterior. Se va con algo de ahorros para los primeros meses, y ya que sabe que necesita en promedio 1.000 euros para vivir.
“Hablo con conocimiento de causa, tengo familiares y amigos se ya se mudaron, y están felices. No soporto el discurso político presidencial que dice que no hay mérito para aquellos que estudian o se levantan temprano para trabajar… ¿de qué hablamos?”, se ofusca.
Sus días en cuarentena los aprovecha organizando su nueva vida: “Lo único que sé es que no quiero morir en la Argentina”.
Destino: Málaga
Virginia Giorgi(38): “Esta es nuestra segunda emigración. No tenía que haber vuelto a la Argentina”-
Habla en plural porque está casada con Gonzalo y tiene un hijo de tres años y medio, Pedro. Residen en la zona sur del gran Buenos Aires, en una casa que heredó de sus padres. Tiene un trabajo estable desde hace doce años como consultora, y su marido es gerente de Recursos Humanos. “Una vida muy estable”, le relata a Infobae.
Con los papeles necesarios para vivir en el exterior, en 2016 la familia hizo su primera experiencia en Madrid con el simple propósito de probar suerte. Se instalaron, consiguieron trabajo, casa y hasta hicieron amigos. “La vida era excelente con mucha tranquilidad, aunque no todo salió como lo planeado. Optamos por volver porque, sumado a eso, hubo temas personales, en especial con mi mamá que estaba transitando una enfermedad oncológica”, recuerda.
Virginia, Pedro y Gonzalo en Parque el Retiro, Madrid cuando vivieron dos años
Virginia, Pedro y Gonzalo en Parque el Retiro, Madrid cuando vivieron dos años
No fue fácil regresar. “Nos encontramos con lo mismo de siempre: la inseguridad, el estrés de los precios, y el malestar de la gente”, reconoce. Siguieron con su vida, retomaron su actividad laboral hasta que llegó la pandemia que “sacó a luz los problemas cotidianos del país”.
Y sigue: “Acá no me va mal. Entre los dos ganamos 70.000 pesos, pero quiero algo mejor para mi bebé, y soy consciente de que afuera se puede porque ya lo experimenté. Sé qué tenemos que hacer y que no”, argumenta.
Ahora van por la revancha. Esta vez se decidieron por Málaga ¿Las razones? La playa, el clima y la amabilidad de la gente. “El costo de vida es más barato y tenemos amigos, lo que facilitará el desarraigo”, dice. Ya alquilaron su casa en la Argentina, vendieron todos los muebles -“hasta los cubiertos”, aclara- y regalaron otros bienes materiales. Hizo las cuentas y precisa de 2.000 dólares para vivir.
“Pero no todo pasa por lo económico, la tranquilidad de caminar por la calle sin miedo no tiene precio. Quiero sentirme segura”, finaliza.
Destino: Barcelona
Lucas Cudicio (34): “Argentina te impulsa a emigrar”.
Lucas es empleado bancario. Desde la pandemia trabaja modalidad home office. En la foto está en el departamento de sus padres ya que tiene todo listo para emigrar
Lucas es empleado bancario. Desde la pandemia trabaja modalidad home office. En la foto está en el departamento de sus padres ya que tiene todo listo para emigrar
Es un profesional formado aunque sin título porque no terminó la carrera, pero eso no le impidió conseguir un buen puesto de trabajo. Hace casi una década que es empleado de un banco y tiene ingresos de 120.000 pesos. Sin embargo, está ansioso por dejar la Argentina. De hecho, ya tiene su pasaje comprado para los últimos días de octubre.
“No vivo mal en Buenos Aires. Pude alquilar en Villa Luro el departamento que me gustaba. Soy soltero, sin hijos y no hago grandes gastos, pero no todo pasa por lo económico”, reconoce.
Hace un par de años, en un viaje de amigos, Lucas se fue a recorrer Europa y volvió fascinado con Barcelona. «La conocí no solo como turista sino como local. Me enamoré de esa ciudad, de su gente, y el estilo de vida. Me propuse algún día emigrar”, completa su historia.
El deseo del cambio se gestó hace un par de años, aunque el contexto sociopolítico de la Argentina lo ayudó a tomar la decisión final. “No veo avances concretos a nivel social, y eso me desalienta a construir mi futuro en el lugar donde nací. A eso le sumé las políticas económicas, todos los días el peso vale menos por la inflación, eso en el exterior no sucede. Por eso puse mi plan en marcha, y lo logré”.
En Barcelona, la primera vez que la visitó y se enamoró de la ciudad de su próximo destino
En Barcelona, la primera vez que la visitó y se enamoró de la ciudad de su próximo destino
Lucas tiene además la experiencia de su hermana que reside en el distrito de Gracia, en Barcelona, hace dos años. “Todo lo que me relata me entusiasma, desde poder mandar un mensaje de texto mientras caminás sin que te roben el celular hasta la apertura cosmopolita que hay”.
El plan inicial es ir a vivir unos meses a lo de su hermana, pero también lleva algunos ahorros. A su vez, el pasaporte de la comunidad europea le facilita la inserción laboral.
Destino: Madrid
Micaela Araujo (29): “Vi a mis viejos remarla toda la vida y el esfuerzo que hicieron no les fue rentable. No quiero que me pase lo mismo”.
El día de su recibida de abogacía en la Universidad de Cuyo
El día de su recibida de abogacía en la Universidad de Cuyo
Hace un año, Micaela Araujo Magni y su novio Elvis Finol (28) empezaron a fantasear con la idea de irse a vivir a Madrid. Ella es de Mendoza y abogada, él de Venezuela e ingeniero electrónico. Motivados por la ilusión de una mejor calidad de vida, ganar en euros y vivir en un país con más seguridad y estabilidad económica, en octubre de 2019 sacaron los pasajes, que pagaron en seis cuotas. Su fecha de viaje estaba prevista para el 28 de abril de 2020. Pero llegó la pandemia y tuvieron que quedarse en la Argentina.
Con el proyecto en marcha, Micaela y Elvis vendieron casi todos los muebles y electrodomésticos del departamento que alquilaban en Colegiales. Solo les queda lo básico: cama y la heladera.
Aunque sus planes se habían frustrado en aquel momento, no desistieron de la idea de irse, algo que cobró más fuerza a lo largo de la cuarentena. Micaela hizo varias capacitaciones para ampliar su futuro laboral. Tienen fecha de vuelo para el 06 de marzo de 2021. “Vamos a Madrid, ya hicimos las averiguaciones de casa, y posibilidades laborales”.
A pesar de la distancia, su familia la apoya con una mezcla de sentimientos por la pronta partida. “Ellos saben que es lo mejor para mí. Si miro para atrás veo a mi madre como docente de escuela pública y a mi padre como empresario independiente. Los dos tienen más de 60 años y todo el esfuerzo que hicieron no les redituó en relación a la calidad de vida que tienen”.
Micaela sueña con un futuro mejor. “Quiero tener hijos y una familia, y la voy a construir afuera de la Argentina. No estoy harta de mi país, solo que uno tiene un ideal de vida que acá a veces piensa que no existe… pero si es real y está en el exterior”.
Destino: Bruselas
Maira Castro (24): “Me voy para no volver”.
Es la menor de tres hermanas; su papá es director de escuela y docente, y su madre es asistente social. Nació en Formosa, allí hizo toda su educación, y para cumplir su sueño de convertirse en coreógrafa dejó el interior para instalarse en Capital Federal. “Llegué con 19 años, y como todos los que venimos del interior alquilé un departamento con una amiga y me anoté en la facultad”. Hace un año cumplió su meta, se recibió de licenciada en composición coreográfica, una carrera que según ella al igual que las artes escénicas es muy poco valorada.
En Buenos Aires hizo de todo para tener ingresos estables: fue desde niñera hasta profesora de yoga, pero “nunca alcanzaba”. “Mis padres, y hermanos siempre tuvieron que mandarme algo de dinero para poder pagar el departamento de 20.000 pesos mensuales, y otros gastos. La verdad es que quiero ser independiente, porque me formé para eso”, dice.
Hace unos meses empezó a averiguar por nuevos rumbos. “Sé que en el exterior la danza contemporánea es bien remunerada, y hay salida laboral. Investigando encontré que en Bruselas hay una especialidad que es Fly Low (que le gusta), y pensé en que podría ir a capacitarme”, relata.
La manera más sencilla de emigrar a Bélgica es con una propuesta laboral. Sin perder el tiempo, Maia aplicó para un trabajo como niñera, y en paralelo tomó clases de francés. “Tuve una entrevista virtual con una familia, y la semana pasada me confirmaron que me quieren contratar, voy a cuidar a tres niños de lunes a viernes durante cuatro horas. Me van a pagar 450 euros e incluye casa y comida”, cuenta. En su tiempo libre piensa seguir capacitándose.
El 12 de octubre es la fecha de su pasaje, un regalo de su hermano. “Estoy feliz porque es mi puerta de entrada a un futuro distinto… y a la vez ansiosa por lo que viene porque lo más lejos que me fui es Colombia».
No tiene certezas de lo que sucederá en Europa, pero de algo está segura: “Quiero irme para no volver. Estoy cansada de esforzarme y no lograr mis metas. Amo mi país, pero lo que se vive a diario no es calidad de vida”.
Destino: Sidney
Nicolás Deges (24): “Aventura, viajes y ahorrar plata”.
Es de San Isidro, estudió administración de empresas, y desde que terminó el colegio secundario empezó a trabajar en Checkpoint Systems. “Pasé por varios trabajos, incluso tuve mi empresa propia, pero no me fue bien”, reconoce.
En marzo le picó el bichito de salir a explorar el mundo, con el impulso de “si no lo hago ahora, cuándo”. Entonces , luego de hacer un estudio sobre los distintos países y las posibilidades, tomó una decisión: Australia, por sus condiciones de vida, el idioma, clima y oportunidad. Como vive en lo de su padre, el único trámite que tuvo que hacer es renunciar al trabajo y aplicar a la visa. “Ya hice el examen de inglés que pide Australia y apliqué para la visa de Work and Holiday, estoy a la espera que abran las fronteras”. Solo llevará un poco de ahorros y una valija.
En Sidney, que es su primera parada, lo esperan amigos, y otros más se sumarán posteriormente. “Me cuentan su rutina de vida, playa, surf, trabajo, viajes y posibilidad de ahorro… ¿Cómo no me voy a ir…?”
¿Regresar a casa algún día? «Nunca digas nunca, pero si encuentro lo que busco, no creo que vuelva a la Argentina. Quiero seguir creciendo, profesional y personalmente. ¿Miedo a emigrar? La verdad que no”.
Destino: Canadá.
Juan Dómina (33): “Mi viejo, que es jubilado, me dijo: ‘Si te va bien vení a buscarme’”.
Su proyecto a largo plazo es emigrar a Columbia Británica, una ciudad tranquila lejos de la urbe. Le gusta la vida al aire libre y practica running trail (carrera de senderos)
Su proyecto a largo plazo es emigrar a Columbia Británica, una ciudad tranquila lejos de la urbe. Le gusta la vida al aire libre y practica running trail (carrera de senderos)
Investigó en sitios oficiales del gobierno canadiense y se sumó a grupos de Facebook de argentinos residiendo en ese país, porque la meta es clara: mudarse a la provincia Columbia Británica. No sabe inglés, pero ya está estudiando. Tampoco tiene un título universitario, aunque aportará más de catorce años de experiencia trabajando en una farmacia de Neuquén Capital. “La decisión está tomada, y es un proyecto a largo plazo”, le cuenta a Infobae.
El padre de Juan fue camionero transportista, y luego migró al sur para dedicarse al rubro del petróleo. “La vida en Neuquén es cara, y todos piensan que por pertenecer a esta industria se gana muy bien, pero no es del todo verdad. Ahora está jubilado y no tiene casa propia”, relata.
Mirando un poco a su familia, y motivado por su gran ambición personal y laboral, Juan se propuso irse. “Pensé en Canadá por la calidad de vida, el trato amable de la gente, la aceptación a los extranjeros y los paisajes similares a los de la Cordillera que me van hacer sentir como en casa cuando tenga nostalgia”.
En Neuquén alquila por 20.000 pesos un departamento de dos ambientes, trabaja de lunes a viernes, y gana unos 45.000 pesos. También tiene un emprendimiento: construye rascadores para gatos. “Ahorrar no puedo. Y comprarme algo propio, menos. Sé que para residir en Columbia Británica necesito unos 2.000 dólares canadienses (1499 dólares). Pero tengo confianza”.
La fecha de salida es para cuando se abran las fronteras, algo incierto por el momento. «Mi familia ya lo sabe, y mi papá a modo de chiste y un poco en serio me dijo: ‘Si te va bien vení a buscarme’”.
Hace una pausa, y retoma: “Amo mi país, eso no anula mi proyecto de tener una casa propia y un mejor futuro”.