Tiene 28 años y es ingeniero agrónomo. Desde que salió de General Alvear con Mora, Wayra y Tordo, ya hizo más de 5000 km. Cómo vive la experiencia y qué piensa sobre el país.
Hasta febrero del 2020 Marcos Villamil vivía en Recoleta, trabajaba en un banco y tenía dos emprendimientos. Hizo todo lo que se esperaba de él: terminó la secundaria, obtuvo el título de ingeniero agrónomo y ocupaba un puesto importante en el área de “agro” de un banco. Cuando le ofrecieron un ascenso, sintió que era el momento de cumplir su sueño y dejó todo.
Como su familia tiene campo en la ciudad bonaerense de General Alvear, desde muy chico se vinculó con el sector agropecuario. En diálogo con aseguró que a los 2 años ya andaba a caballo, y a los 18 empezó a domar.
“El sueño de recorrer el país se me planta en el alma cuando hago una cabalgata de 1000 km con dos amigos por la provincia de Buenos Aires. Hace seis años lo venía pensando y si no lo hacía ahora, no lo iba a hacer más”, dice Villamil que está en Frías, Santiago del Estero, y planea que Tafí del Valle, en Tucumán, sea su próximo destino.
El viaje iba a empezar en marzo, pero por la cuarentena estricta lo tuvo que postergar y finalmente salió desde su campo en septiembre con Mora, Wayra y Tordo, los caballos que lo acompañan en la travesía.
Ando con los tres porque voy rotando así no se estresan: si a uno lo monto, otro lleva la carga y el que queda, va a su tiempo así descansa”, explica y cuenta que con ellos tiene un vínculo especial. Los conoce desde potrillos, los entrenó para cabalgar miles de kilómetros, y afirma que los cuatro los une el “amor incondicional”: “En la soledad del camino los animales son todo. Son mis hijos, mis amigos, mis hermanos”.
Hace unos 35 kilómetros por día, durante diez días y descansa cinco. Así logró cumplir la primera etapa de su odisea por la Patagonia (unos 4400 km), y con la misma estrategia ahora está en el norte del país.
Además de los paisajes maravillosos que descubre al andar, el ingeniero destaca la calidez humana con la que lo reciben en los campos a donde entra a buscar un poco de comida y agua para los caballos. “Gracias a ellos puedo andar por lugares que de otra forma sería imposible, tienen una impronta muy fuerte en nuestra cultura y la gente siempre está dispuesta a dar una mano cuando me ven con los tres. Pido permiso y me abren la puerta de sus casas”, relata Marcos y considera que eso es un “tesoro” que tenemos y no muchos valoran.
A pesar de las restricciones impuestas por la pandemia, no tuvo problemas para circular por el país. Si bien tiene un permiso que lo habilita, explica que generalmente llega a los distintos pueblos a través de caminos rurales porque “es más seguro y sano” para los animales. En la ruta podrían asustarse, y la aventura convertirse en tragedia.
Aunque está cumpliendo su sueño, el ingeniero dijo que los primeros días no fueron fáciles. “Mi mente seguía con el ritmo de la ciudad, de estar pensando en lo que viene, con ansiedad y sin poder disfrutar de lo que estaba pasando en ese momento, hasta que me di cuenta de que estaba gastando energía”, recordó.
En diálogo con también habló sobre el episodio dramático que vivió por el clima en la Cordillera. “Nunca había estado en contacto con esa naturaleza, se levantó viento y tenía un barranco de 400 metros al lado. Terminé tirado en el piso, agarrado de la patita de uno de los caballos, aguantando hasta que pasara el temporal. No pensaba en nada, solo trataba de aguantar”.
En la cuenta de Instagram Abrazarte Argentina, que tiene más de 37.000 seguidores, Marcos Villamil comparte diariamente su recorrido. En un contexto donde cada vez son más los jóvenes que se van del país, su historia sorprende a muchos: “Hay cosas que tenemos que no se encuentran a la vuelta de la esquina, es muy caro no tener hogar”.
“El lugar lo hace la gente, y la Argentina necesita de argentinos saludables. Irse es dar la batalla por vencida, hipotecar las raíces y en realidad, tenemos un tesoro”, afirma convencido del destino que eligió.
Por Analía Kupersmit
Fuente: TN