“Salí del clóset dos veces: me enamoré de varios hombres hasta que una mujer fue el amor de mi vida”

- Publicidad -

Durante casi una década, Rafael se definió gay pero hace 7 años se enamoró de una mujer por primera vez, se puso de novio y descubrió la bisexualidad. ¿Son «indecisos» o es una orientación sexual en sí misma? ¿En qué se diferencia de la pansexualidad?

Rafael tenía 17 años y acababa de empezar la carrera universitaria que luego lo convirtió en Politólogo. «Empecé a salir con un hombre pero no abiertamente: teníamos una relación secreta», arranca. La relación no duró demasiado, tampoco el secreto: poco después «salió del clóset» y comenzó a vivir una vida plena como hombre gay.

«Viví esa relación con mucha culpa, a tal punto que no se lo conté absolutamente a nadie», cuenta a Infobae Rafael Anello, que ahora tiene 32. «¿Por qué? Creo que mi generación está criada en base a ciertas construcciones culturales, lo que se veía en la tele, por ejemplo: una relación era entre un hombre y una mujer, punto. No tenía el conocimiento que tengo ahora y creía que la atracción sexual que estaba sintiendo por ese hombre estaba mal».

La relación duró dos meses pero fue clave para lo que llama «mi descubrimiento». Después vino el amor: «Me enamoré de otro hombre. Ahí me di cuenta de que, más allá de toda esa concepción moral judeocristiana, entre nosotros había amor así que nada podía estar mal».

- Publicidad -

A diferencia de lo que experimentaron amigos y conocidos cuando tuvieron que exponerse a revelar «el secreto» (una presión a la que no están sometidas las personas heterosexuales, porque viven en la llamada «heteronorma»), Rafael recuerda su «salida del clóset» como algo «maravilloso».

«Nunca sentí rechazo, tampoco sufrí discriminación física por ser gay. Todos mis amigos me bancaron y en mi familia me dijeron que sólo les importaba que fuera feliz. Después, no volví a limitar mi sexualidad a la hora de hablar de quién me gustaba y quién no. Una vez que salí del clóset, salí». En 2010, además, militó activamente a favor de la Ley de Matrimonio Igualitario.

Desde aquella relación secreta hasta los 25 años pasaron 8 años en los que «viví la homosexualidad con plenitud. Ese dato me parece importante para llegar al otro punto: el momento en que me enamoré de una mujer».

«Me enamoré de una mujer»

Hasta ese entonces, Rafael también creía que tenía que decidirse por uno de los dos casilleros: o era heterosexual o era gay. «Es más, había un chico, dentro de los primeros grupos de amigos gays que tuve, que siempre le tiraba los galgos a una chica. Yo le decía ‘pero dejate de joder, sos homosexual, tirale los galgos a un flaco. Con el tiempo uno

descubre que se tiene que ir comiendo algunas palabras».

Esa noche en ese boliche, Rafael dijo que no cuando un amigo quiso presentarle a esa mujer: «‘No, vine con un chico, sabés que soy gay», le contestó. Después, Rafael se encontró con ella en la barra, mientras los dos esperaban que los atendieran. Fue ahí que se besaron por primera vez.

«Después de esa noche nos seguimos viendo pero no me animaba a ir a su casa. Claro, yo tenía 25 años y nunca antes había tenido una experiencia sexual con una mujer. Me di cuenta de que me encantaba, me excitaba muchísimo y todo eso me generaba, otra vez, miedo y culpa».

No fue, como muchos creían, una relación pasajera «para sacarse la duda». Con ella, que además tenía una hija, empezaron una relación de pareja que duró dos años y medio. La culpa, sin embargo, marcó el paso del primer año: «Sentía que estaba dejando de ser quien era. Cuando uno sale del clóset tiene que llenarse de escudos y herramientas para poder enfrentar a la sociedad. Yo me había armado una fortaleza muy grande para vivir mi homosexualidad de una forma plena y feliz, y de golpe me enamoraba de una mujer y todo eso se derrumbaba».

La bisexualidad estaba tomando forma aunque, esta vez, quedó encerrada en el armario: Rafael nunca le contó a sus padres que estaba saliendo con una mujer y que, además, sentía que era «el gran amor» de su vida. Todavía no entendía si sólo ella lo «volvía loco» o le gustaban las mujeres, en general. Por una suma de factores, la segunda salida del clóset terminó siendo mucho más compleja que la primera.

Salir del clóset, otra vez

«La gente me miraba raro. Mis amigos me decían que era una fantasía sexual, que ya se iba a terminar, que yo era gay y no podía estar enamorado de una chica. Todo el mucho me presionaba para que me definiera», sigue. «Creo que la gente está acostumbrada a que tenemos que ser o blanco o negro, o una cosa o la otra. No estar en ninguno de los dos casilleros genera una incomodidad enorme y creo que ahí empieza la discriminación».

La discriminación hacia las personas bisexuales de la que habla -mal llamada «bifobia», para seguir el patrón de visibilidad de la «homofobia» y de la «lesbofobia»- no viene sólo desde el mundo heterosexual, también desde la diversidad.

Quien lo pone en contexto es Jesús Dellacasagrande, activista de AFDA (Asociación de Familias Diversas). Antes que nada, «no decimos ‘bifobia’ sino ‘biodio’, porque la discriminación no es una enfermedad sino una forma de odio, de violencia».

«Sobre la comunidad bisexual hay una construcción muy fuerte de un estereotipo negativo. Por ejemplo, ‘que no se definen’, que si están con alguien de un género y después con alguien del otro no son personas de confianza, que son promiscuos y no pueden tener una relación seria, y  otros prejuicios del estilo», sigue Dellacasagrande, que es guionista y fue convocada para ayudar a construir estereotipos positivos alrededor del personaje del joven trans en la serie 100 días para enamorarse.

Aunque la bisexualidad es la orientación sexual que desafía al binarismo (es la B de la sigla LGBTI+), todavía cuesta que se la tome como una identidad en sí misma y «sigue habiendo una presión enorme por la etiqueta», sigue ella. «Cuando la discriminación viene de la comunidad gay es mucho más fuerte, porque ya fuiste expulsado una vez de la norma, y ahora volvés a sentirte expulsado pero dentro de tu grupo de pares».

Lo que sucede, además, es que para evitar tener que dar explicaciones con el fin de combatir el descreimiento, algunos nunca salen de este segundo clóset. Esa podría ser una de las razones por las que muchos sostienen que la bisexual no es una comunidad tan chica sino «invisibilizada».

El descreimiento es general: «Incluso la gente que te conoce y te ama en algún momento te pregunta: ‘Si tuvieras que elegir a alguien para toda la vida, ¿te quedás con un hombre o con una mujer?», cuenta Rafael.

— ¿Y qué les contestás?

— Que no depende del hombre, tampoco de la mujer. Depende de quién me enamore.

Hay en el INADI estadísticas sobre discriminación hacia la comunidad gay en general pero no sobre el «biodio» en particular. En Reino Unido, la ONG Stonewall calcula que, por todas estas razones, más del 30% de los bisexuales nunca salen del armario.

Su recorrido, además, pone en tela de juicio otro de los mitos: «Mucha gente, incluso dentro de la comunidad, cree que la bisexualidad es sólo una etapa de transición. O sea, vos sos hombre, siempre estuviste con mujeres y un día probás con otro hombre. Lo que se presupone es que es un camino hacia el descubrimiento, es decir, que arrancan como ‘heterocuriosos’ y terminan descubriendo que les gustan los hombres. En muchos casos es un camino, en el mío no: yo fui muy feliz siendo homosexual, no tengo nada que descubrir».

Cuando terminó aquella relación monogámica con una mujer, Rafael mantuvo relaciones libres con otras, y ahí volvieron a aparecer las dificultades de la segunda salida del clóset. Aunque se resiste a «tener que avisar», siente que siempre hay un momento en donde se ve obligado a «revelar el secreto».

Avisar tampoco es la salvación: algunas le sacan el match en Tinder, otras dicen que no pueden tener relaciones sexuales con alguien que también tiene sexo con hombres, otras «ah, no, gracias yo busco una relación seria». Probó con ocultar el dato pero sucedió que, después, le reclamaron haberlas engañado.

Ahora, después de siete años definiéndose como bisexual, Rafael piensa en todo el tiempo en el que «me perdí de la mitad de mi sexualidad por las limitaciones que me puse. Hay incluso un camino mucho más grande por recorrer, que es el de la pansexualidad», explica.

«Es decir, las personas que tienen la capacidad de enamorarse de la persona y punto: de un hombre o mujer, gay o heterosexual, de una chica o chico trans, de una persona intersexual, todo». Esta semana la actriz estadounidense Bella Thorne contó que «era pansexual y no lo sabía» y popularizó la palabra.

«La esperanza son los más jóvenes, vienen a salvar al mundo», se ríe, y se despide. Dice que está viendo que muchos adolescentes ya no sienten que tienen que definirse por un bando u otro. Que no creen que están obligados a encajar en categorías rígidas. Que las nuevas generaciones ya entienden que la sexualidad es algo mucho más fluido.

Fotos: Lihue Althabe