Las bajas temperaturas son las principales aliadas de las contracturas musculares. Y es que ese dolor se intensifica, porque el frío es el motivo por el que las personas adopten posturas que favorecen este tipo de lesiones. Por qué sucede esto y cómo evitarlo
La economía, las crisis personales, las presiones laborales, en síntesis, el estrés cotidiano, produce un importante desgaste físico y emocional cuya tensión muchas veces se manifiesta a través del cuerpo. Las contracturas de cuello y espalda, son las zonas más afectadas y en invierno ese dolor se intensifica, porque las bajas temperaturas hacen que las personas adopten posturas que favorecen este tipo de lesiones.
«El frío afecta directamente al organismo, la tensión crece a nivel muscular debido a la contracción de los músculos a causa de las bajas temperaturas.
Nuestra primera reacción es encogernos, al doblarnos lo que hacemos es contraer involuntariamente todos los músculos del cuerpo, siendo una de las principales causas que nos provoquen contracturas musculares.
Los dolores de espalda se acentúan, sobre todo los ya producidos por malos hábitos y posturas inadecuadas», explicó a Infobae el quiropráctico Marcelo Barroso Griffiths (MN 9784).
De acuerdo al profesional el dolor de espalda aumenta en invierno, por el contraste de temperatura entre ambientes cerrados y abiertos así como por las posturas que adoptan cuando tenemos frío como elevar los hombros, encorvar el cuerpo, agachar la cabeza y en definitiva, tensionar todo el cuerpo. «Es por eso que tiritamos al perder temperatura, porque el organismo responde contrayendo la musculatura para generar calor, un mecanismo de defensa del cuerpo contra el frío», aseguró Barroso Griffiths.
Por otro lado, la contractura muscular consiste en la contracción persistente e involuntaria de un músculo o grupo de ellos, que puede hacer que estos se endurezcan o se abulten. Puede darse a causa de una insuficiente oxigenación o por la pérdida de líquidos y sales minerales como consecuencia de un esfuerzo prolongado, movimientos bruscos o por frío.
«Lo perjudicial es que si estas contracturas musculares se mantienen en el tiempo, se manifiesta como un abultamiento de la zona, que implica dolor y alteración de su normal funcionamiento», enfatizó el profesional.
El músculo se contrae y se distiende, la zona se mantiene dura e hinchada y se nota al tacto lo que comúnmente se denomina ‘nudo’. Una contractura no es una lesión grave, pero sí molesta, es decir que puede impedir realizar determinados movimientos con normalidad.
Estrés, nervios y contracturas
Más allá de enumerar las causas físicas, según el profesional, las contracturas emocionales, el estrés sostenido en el tiempo, puede provocar contracturas en músculos de la espada: «Las cargas psicológicas pueden producir contracturas musculares sin que seamos conscientes de ello».
Y es que hay dolores musculares causados por estados emocionales, las emociones no gestionadas correctamente se convierten en dolor físico. Sin notar los dolores musculares que pueden ser fruto de aquello que angustia y ocupa la mente.
Las contracturas conforman las experiencias displacenteras que no fueron resueltas: quedan atrapadas en el cuerpo y con el tiempo se vuelven crónicas. «Registrar lo que le sucede a la persona: bronca, impotencia o resentimiento y soltar las cargas emocionales. Cuando no se gestionan las situaciones que frustran, sin dudas deja una marca en el cuerpo que no se borra tan fácilmente», confesó el profesional.
De acuerdo al profesional lo que se calla o se esconde se manifiesta en forma de contractura, por ende, existe una relación muy estrecha entre el estrés y los dolores musculares crónicos, indican que hay emociones que no se están oyendo: «Debemos tomar conciencia del problema y pasar a la acción para llevar a cabo los cambios necesarios, comprender el sentido biológico de cada síntoma para tomar conciencia de la naturaleza del conflicto latente que se manifiesta».
«Cada grupo muscular de acuerdo a situaciones emocionales va a tener indudablemente su afectación en cuanto a las sensaciones psicológicas, dado que nuestro cuerpo tiene un lenguaje propio. Es importante acudir a un profesional ante las primeras señales», concluyó el especialista.