Tour de las argollas para caballos

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Por Lis Solé

Hubo un tiempo donde no había automóviles… y no fue  hace tanto.

En nuestra vida finita, 100 años parecen muchos pero son realmente muy poco en  la historia de un pueblo aunque impresionan los grandes cambios que se han hecho.

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Hace 100 años no había computadoras, televisores ni teléfonos ni tampoco motos o autos que anduvieran a toda velocidad por calles asfaltadas.

Hace 100 años, todo se hacía a fuerza de caballos: las familias venían al pueblo en carro o a caballo, el lechero repartía con una jardinera tirada por caballos lo mismo que el carnicero o cualquier otro comerciante ambulante. Los animales se traían a la feria arreando con caballos y en sulky o break se iba al baile o a las fiestas.

Los carros con gente, huevos, gallinas, cueros o cereales llegaban al pueblo tirados por yuntas de caballos y se estacionaban cerca de los Almacenes de Ramos Generales, en los boliches, en el área de la estación de ferrocarril o enfrente de hoteles y fondas. También la Policía se movía a caballo, la ambulancia, el carro fúnebre o el panadero cuando hacía el reparto temprano a la mañana y mientras cada uno paraba para cumplir con su quehacer dejando el caballo estacionado en la calle, atado a un poste o a un árbol.

Aunque parezca increíble, cantidad de caballos de aquí para allá ocasionaban caos en el tránsito. Para que no escaparan, había delante de estos lugares más transitados palenques o palos enterrados verticalmente que tenían en la parte superior una o más argollas para atar los caballos.

Aún quedan algunos de ellos en las grandes estancias y en los pueblos, se ven unas argollas que sobresalen de las veredas, junto al cordón de los actuales asfaltos y que se han mantenido por lo noble de los materiales con las que fueron hechas además del esmero de las construcciones “de antes y para siempre”.

En 2017, las Comisiones de Patrimonio de muchos partidos de Buenos Aires realizaron un relevamiento de estas argollas y algunos contabilizaron hasta más de veinticinco e incluso, se colocaron placas resaltando su valor y se dictaron Ordenanzas para su preservación entendiendo que son valiosos testimonios del pasado, reflejos de la identidad cultural que necesitan de su preservación y resguardo.

En algunas de esas Ordenanzas de 2017 se señalaba el compromiso expreso de construir la señalética adecuada cerca de ellas para contribuir a su valorización y cuidado.

LOS PUEBLOS EN EL 1900

Es necesario volver al 1900 para entender la presencia de esas argollas. En esa época, sulkis, chatas, breaks y todo tipo de carruajes circulaban lento y constante por las calles del pueblo y aunque es difícil de creer, provocaban desorden vehicular y peligro.

En el partido vecino de Saladillo, el mal estacionamiento de los carros había provocado accidentes y desde el Diario “El Argentino” en su edición del 28/10/1900, el Director interpelaba al Comisario para que prestara atención a los carros y a los coches de alquiler “que andaban disparando por las calles así como también las tropillas de caballos que se arreaban por las calles centrales a toda velocidad como si estuvieran en pleno campo”.

En ese mismo año, el Comisario José María Sarobe ordenó que los coches de alquiler debían permanecer estacionados alrededor de la plaza de manera tal que no se subieran a las veredas y  trasladado a General Alvear en 1905, Sarobe ordenó el tránsito de la misma manera.

Ahora bien: ¿Desde cuándo están esas argollas? En Alvear son nombradas en las Ordenanzas que reglamentan la construcción de las veredas. Se mencionan por ejemplo en la Ordenanza de 1910 denominada “Veredas”. En el Artículo N° 18 determinaba la forma y materiales de construcción de las veredas: si eran de tierra, debían conservarse limpias y carpidas porque los frentistas que no lo hicieran pagarían “una multa de diez pesos ordenándose por la Intendencia el carpido que pagar el inquilino o propietario de la finca según se halle habitada”.

En el Artículo N° 19 se destaca que donde haya veredas de material, ladrillos, piedra o vainillas, el propietario deberá colocar “argollas o barras de hierro empotradas en él, con sobresaliente máximo de 6 centímetros, las que serán destinadas a atar los caballos que queden sin jinetes o vehículos que queden sin conductor”.

En Saladillo, la Sra. Susana Mañana relevó 15 argollas; Victoria Herrera en Chillar, 13; en Azul, Eduardo Luis Farina  contó 17… ¡Si estuviéramos en Europa ya venderían el paquete “Tour de las Argollas”!

En General Alvear, hay ejemplos de argollas y también de barras, no muchas: dos barras empotradas sobre la calle Sarmiento en la vereda del tradicional Almacén de “Cacho” Linos González, tres  argollas  sobre San Martín frente a la antigua Panadería  de Reginaldo Di Primio y una sobre calle Lavalle casi San Martín, en la vereda que fuera del Almacén de Ramos Generales de Pedro Nomdedeu. En algunos lugares se encuentra el gancho empotrado en cemento (ya sin las argollas) pero que igual remiten a los carros, el cuero sobado y el olor al animal transpirado después de largos recorridos por calles de tierra.

¡Cuántas manos curtidas por el viento y el trabajo en la tierra habrán atado riendas en esas argollas para poder conversar entretenidos en los almacenes! En esas argollas se ataron lo carros cargados de lo producido en las quintas y chacras o los que venían de campo adentro.

Es constante la pérdida de testimonios que ilustran el pasado por omisión, por desconocimiento, por decisiones que no contemplan la preservación y resguardo del patrimonio. Es nuestro deber y obligación realizar acciones de salvaguarda para que no sólo nosotros podamos disfrutar y recordar el pasado sino también para disfrute de las generaciones futuras.

Fuentes:

  • Ordenanzas Municipales de General Alvear. 1910.
  • Ordenanza Municipal N° 105/2017. Saladillo. Gentileza Marcelo Pereyra.
  • Facebook de Patrimonio Histórico de localidades vecinas.