Es redundante decir que los tiempos están más que difíciles, por eso quiero hablar de la situación de muchos adultos mayores.
Perdimos a Celia el 25 de septiembre, no pudimos acompañarla en sus últimas horas. Tampoco pudimos hacerlo como se debía en todos estos meses de pandemia… ahora estamos perdiendo a mi suegro, Santiago; él ignora que su compañera de setenta años de pareja partió, pero lo sabe, en su corazón lo sabe.
Siempre estuvimos con ellos, incondicionalmente, y ellos con nosotros. El estado de salud de ambos declinó tanto, en los últimos cuatro años, que tuvimos que tomar la dolorosa y difícil decisión de alojarlos en un hogar de abuelos al no poder brindarles las atenciones complejas que requerían. Seguíamos acompañándolos, íbamos todos los días, varias veces, a la hora del mate, a la cena, festejábamos cumpleaños de ellos y de otros abuelos, mirábamos partidos de fútbol.
Pero, llegó la pandemia. Los abuelos decaen, no ven a sus afectos, se deterioran más rápido, están tristes, muchos no entienden lo que está pasando y se están dejando ir, pensando que los abandonaron; sus semblantes lo muestran.
Agobiados por todo ello, decidimos hablar con el dueño del Hogar para poder acompañar a Santiago cumpliendo los protocolos; la respuesta fue la que esperábamos: el Municipio no se lo permite, con riesgo de clausura. Averiguamos que la Sra. Cecilia Romero era la funcionaria que supervisaba la institución y hablamos con ella. Muy amablemente nos explicó que, de parte de ella, no podía autorizar tal excepción porque la excedía en su función; que nos dirigiéramos a la Subsecretaría de Salud de la Municipalidad y que habláramos con su titular, la doctora Martina Antonelli.
Ayer concurrimos, la doctora Antonelli no se encontraba, pero pudimos hablar con una muy atenta empleada que hizo las averiguaciones pertinentes con un superior. La respuesta fue que era una atribución del dueño del Hogar; algo totalmente ilógico, ya que la supervisión la realiza esa Subsecretaría.
Cabe aclarar que todos los abuelos ya tuvieron Covid 19, y ya les dieron el alta.
Hoy volvimos para hablar con la doctora Martina Antonelli.
No nos recibió. A través de la empleada, tuvimos la misma respuesta que ayer.
Tenemos bronca, indignación, tristeza…
Santi está bien atendido desde su cuerpo, pero sus afectos están lejos, desde el portón de entrada hasta su cama, a un millón de kilómetros, se está dejando ir.
PONERTE EN EL LUGAR DEL OTRO, VER CÓMO TE SENTIRÍAS SI TE HICIERAN LO MISMO.
Darío García