Hacia mediados de la década de los 60’, en la calle Emparanza, a 50 metros del Hospital, Arnoldo Quinterno tenía un Almacén, Bar, Cancha de Bochas y un Palenque donde los parroquianos ataban sus caballos y sulky’s; Coronel tenía un carro de cuatro ruedas de goma tirada por un caballo que distribuía el vino; Cabada en su carro lechero tirado por un zaino nos traía la leche (a veces un poquito lavada); a la tarde un heladero con un carro amarillo tirado por un caballo distribuía sus cremas heladas; desde la vereda de mí casa veía pasar el tren del Ferrocarril Provincial (de la trocha); la bomba que teníamos en la casa de adobe de mí abuela, que tantos años nos albergó, sacaba después de tres bombazos el agua más fresca del mundo; el pozo séptico siempre se llenaba. En la esquina del Hospital estaba el Pabellón de Infectados, genial solución temporal del Dr. R. Galliani, destinado a enfermos con tuberculosis.
La Biblioteca Pública, para los de origen humilde, era la fuente de acceso a la información, o a la lectura placentera, accediendo a autores como Borges, Cortázar, Tolstoi, Dostoievski o la inevitable Agatha Christie con el clásico Hércules Poirot.
D’ Alleva distribuía en su carro verduras frescas los lunes y los jueves y se estacionaba en Pereyra y Emparanza, adonde quienes estábamos en casa teníamos que ir a comprar los choclos, papas, batatas y otras verduras para el puchero.
Ya no está el Palenque, ni el Almacén. Ya no viene el carro del vino ni tampoco el del Heladero. Al tren provincial, alguna mente afiebrada decidió levantar el ramal y hasta las vías, mientras que el otro ferrocarril, el Roca, fue exterminado en su funcionamiento en el Gobierno Peronista del Dr. Menem. La bomba ya no está, tampoco el rancho de adobe, y los pozos sépticos no provocan contaminaciones y enfermedades como la Difteria.
La Biblioteca está dejando de ser importante, porque desde nuestros celulares podemos acceder a cualquiera de los autores referidos.
Ahora el barrio tiene Cloacas, Agua de Red, luz Eléctrica evitando sol de Noche y lámparas; canal de TV, Fibra Óptica y otros servicios, iguales a los de los ciudadanos que habitan en otros lugares de la planta urbana, y que todos los vecinos merecen.
Entonces, ¿porque no dejamos de impedir que la modernización llegue a los barrios?
Olvidémonos, para este comentario, del barrio 31 de Julio, ¿por qué cuestionar que los vecinos de la calle Echeverría y Moreno puedan tener una mejor conectividad con el centro de la ciudad? Los palos en la rueda los ponen algunos pseudo progresistas teóricos, que vivieron acomodadamente toda su vida a 3 o 4 cuadras de la plaza, y no saben lo que es no tener cloacas, agua corriente o luz eléctrica.
En el tendido de unión de la Avenida Moreno, quizás solamente se toque un galpón del ex Ferrocarril Roca, bastante deteriorado por cierto. NO SE TOCA NINGUNA CONSTRUCCIÓN DE CEMENTO DE LA ESTACIÓN inaugurada en 1884, la cual es protegida y no recibe ningún maltrato arquitectónico, ni tampoco se le quita su valor de representación histórica.
Digamos la verdad, separemos la paja del trigo y no nos dejemos engañar por algunos intereses mezquinos. Algunas voces que creen en la significancia de la portación de apellidos critican la propuesta, recuerden que somos una sociedad bastante evolucionada. Algunas de esas familias patricias son muy recordadas por el esfuerzo de algunos de sus integrantes para tener el Saladillo de hoy; y como en toda familia, algunos otros son recordados por algunos negocios espurios que realizaron perjudicando a algunos productores agropecuarios.
Dejemos de buscarle el Pelo al Huevo, hay cosas más importantes de qué ocuparse. Dediquémonos a atender las necesidades de empleabilidad local; ver de qué forma podemos mejorar la educación, o cómo hacer que los chicos lean más, mediante cualquier medio. Eso sí, no es obligando a los alumnos a leer y/o comprar un libro de autoría propia que vamos a lograr nuestro objetivo.
Luis Dario Nagore