Celeste y Juan Pablo son los padres de Juance; desde que comenzaron a buscar un embarazo con ayuda médica en 2015, Celeste Ezeiza y Juan Pablo Ibáñez, que se encuentra en silla de ruedas debido a una cuadriplejia, realizaron cuatro intentos de fertilización in vitro hasta lograrlo, lo que en su caso significó que él tuviera que someterse en dos ocasiones a operaciones. Esas biopsias para extraerle espermatozoides en forma quirúrgica, y las tres inyecciones por día que tuvo que aplicarse ella, durante la etapa de estimulación fueron, asegura, lo mas difícil de sobrellevar. Junto con algunas trabas burocráticas que se encontraron en el camino pese a la ley de fertilidad.
TRABAS A LA LEY
Aunque reconoce que pasó por «varios bajones, sobre todo al principio», Celeste Ezeiza cuenta que en su caso el mayor obstáculo que debió enfrentar para convertirse en madre fue más físico que emocional. Casada con Juan Pablo, que está en silla de ruedas desde 1998 a causa de un accidente, el deseo de tener un hijo estuvo desde el comienzo de su pareja condicionado por esa misma situación. «Cuando recién nos conocimos Juan no quería tener hijos porque creía que iba a ser muy difícil para él, pero yo sí quería y finalmente lo convencí para intentarlo», cuenta.
Desde que comenzaron a buscar un embarazo con ayuda médica en 2015, Celeste y Juan Pablo realizaron cuatro intentos de fertilización in vitro hasta lograrlo, lo que en su caso significó que él tuviera que someterse en dos ocasiones a operaciones. Esas biopsias para extraerle espermatozoides en forma quirúrgica, y las tres inyecciones por día que tuvo que aplicarse ella, durante la etapa de estimulación fueron, asegura, lo más difícil de sobrellevar. Junto con algunas trabas burocráticas que se encontraron en el camino pese a la ley de fertilidad.
Para muchas parejas que recurren a tratamientos de fertilización asistida, los obstáculos administrativos para acceder a ellos «no son un tema menor», reconoce Mantero. Porque «lo cierto es que si bien Argentina tiene una de las leyes de fertilidad más progresistas del mundo, y algo inédito para un país empobrecido, en la práctica queda todavía un largo camino por recorrer», asegura.
«Muchas personas que no tienen obra social enfrentan todavía grandes dificultades para hacer a los tratamientos porque in demanda es mayor a la capacidad de respuesta que ofrece el sistema de salud. Es así que las esperas son largas, algo que conspira contra in posibilidad de un embarazo, en particular cuando se tiene ya cierta edad», cuenta la investigadora, quien reconoce que el problema no se circunscribe al Estado: «algunas obras sociales y prepagas también ponen fuertes trabas escudándose en la interpretación de la ley».
«Después de que fallara el tercer intento de embarazo, mi obra social no me quería cubrir mas. Pero yo sabía que había precedentes que habían avalado hasta cuatro tratamientos de alta complejidad a insistí planteándoles que iba interponer un recurso legal», cuenta Celeste, quien gracias a mi insistencia logré que le autorizaran un nuevo tratamiento gracias al cual en abril del año pasado se convirtió en mama.
Frente a tantos obstáculos y en momento en que la medicina ofrece múltiples alternativas a las personas con dificultades para concebir, «es muy difícil establecer el límite de hasta dónde llegar para satisfacer el deseo de tener un hijo, porque eso depende de cada quien», reconoce Mantero. Pero «cualquiera sea el caso -agrega-, nunca debería perderse de vista el bienestar de la persona por nacer. Cuando uno está empujando los límites no debería dejar de indagar en sí mismo cuánto hay de egoísmo en ese deseo y cuanto hay de amor, porque eso permite establecer límites y reconocer que sin hijos también existe la felicidad.
FUENTE: eldia.com
Por Nicolas Maldonado