El sociólogo argentino Daniel Fridman, investigador de la Universida de Austin, habla de su reciente libro que describe las luces y sombras de la autoayuda financiera
«Todo empezó cuando leí un artículo en un diario argentino online sobre un grupo de gente que jugaba un juego de mesa para aprender a hacerse rico». La frase está en una de las primeras página del libro del sociólogo Daniel Fridman «El sueño de vivir sin trabajar» (que se publicó en EEUU en 2016 y cuya edición en español acaba de lanzar Siglo XXI).
El texto es un viaje al universo de la autoayuda financiera y el emprendorismo, conceptos que, según el autor, en algunos casos podrían ser trampas del mundo neoliberal. Un mundo que promete la reeducación de las personas con la idea de moldear nuevas personalidades, lejos de ciertos mandatos sociales y familiares convencionales, para convertirlos en especies de Terminators de las inversiones financieras y los emprendimientos exitosos, no sin antes pasar por la redención del fracaso las veces que sea necesario. El corolario: el premio de ser un empresario, el retiro temprano o la panacea de «vivir de rentas». Como siempre, puede fallar (aunque esa sea una idea que parece no existir en este mundo, pase lo que pase).
El PRO y Macri tienen una fuerte influencia de la idea de emprendedurismo y de que el éxito económico en el mundo de las empresas se puede traducir en eficiencia en la gestión
¿Se puede vivir si trabajar o es una utopía? ¿Es lo mismo esa noción en EEUU que en la Argentina? ¿Hay un receta mágica universal? De todo eso habla Fridman en su libro mientras pivotea entre el mega best seller Robert Kiyosaki y su obra «Pobre rico, padre pobre», y grupos de seguidores que se juntan a jugar al Cashflow, un juego de mesa que es una suerte de Estanciero global para cambiar la cabeza para ganar plata.
«Quería entender cómo se construyen los sujetos económicos, la acción económica. Entonces, la hipótesis era básicamente que no se trata sólo de una cuestión de adquirir herramientas técnicas sino de transformarse a uno mismo en términos más subjetivos», le cuenta el autor a Infobae desde Brasil, donde hizo escala para visitar a parte de su familia. Fridman es sociólogo de la UBA y se doctoró en la Universidad de Columbia, en EEUU. Hoy se desempeña como docente e investigador en el Instituto de Estudios Latinoamericanos Lozano Long de la Universidad de Texas, en Austin.
— ¿En la Argentina es una utopía el sueño de vivir sin trabajar?
— Siempre es una utopía en términos sociológicos porque siempre alguien trabaja. Entonces, en la medida en que uno piensa que el dinero va a trabajar para uno está en realidad suponiendo que va a obtener beneficios de su inteligencia financiera, más allá de que el trabajo siempre es colaboración y siempre es reconocimiento del otro. Para mí es una utopía.
— ¿Qué es la autoayuda financiera?
— Es un conjunto de herramientas, fundamentalmente libros, pero también juegos de mesa y otros recursos, que intentan ayudar a las personas a transformarse a sí mismas para hacerse ricos. Cuestiones técnicas, pero también emocionales, de motivación y algunas teorías sobre cómo funciona el mundo. «Padre rico, padre pobre» es como el centro de todo porque tiene esos tres elementos.
La gente que lee libros de autoayuda financiera sabe que los que los venden u organizan grandes grupos se hacen millonarios. Esa podría ser una la mirada de engaño, también. Pero no: creen que es un buen ejemplo de lo inteligentes que son en términos financieros
— Es la cima de lo que se conoce como «el sueño americano» en EEUU.
— Sí. La autoayuda financiera es una herramienta para construir sujetos neoliberales, pero no en un sentido ideológico sino más bien de desarrollo personal. Convertirse en una especie de activo de inversión. Esa persona tiene que cambiar, conocerse, mejorar e invertir para tener siempre autonomía. En ese sentido es neoliberal.
— ¿En términos generales, esa autoayuda financiera no termina siendo un engaño?
— No es un engaño en términos de que todos tenemos una idea, que tomamos de algún lugar, sobre qué queremos ser y cómo tenemos que conducirnos en la vida. Algunos lo leen en libros de autoayuda u otros textos, para otros viene de la familia o amigos. Los libros de autoayuda financiera proveen formas concretas de conversión. Llamarlo engaño es reduccionista. Más allá de que la gente llegue a lo que se promete o no, tenemos que prestarle atención y ser críticos sobre lo que producen de verdad.
— ¿En esos contextos se tiende más a la frustración que a la satisfacción?
— Bueno, puede producir frustración y también satisfacción aún cuando los resultados económicos no necesariamente sean los que se prometen. La gente que lee libros de autoayuda financiera sabe que los que los venden u organizan grandes grupos se hacen millonarios. Esa podría ser una mirada del engaño, también. Pero no: creen que es un buen ejemplo de lo inteligentes que son en términos financieros. Las propias ideas de la autoayuda financiera dan una manera de eludir el supuesto de que te están engañando.
— Mauricio Macri está muy cerca del modelo emprendedor, y muchos de sus funcionarios también. Probablemente no con las ideas de Kiyosaki, pero sí impulsando la autogestión. ¿Lo ves así?
— El PRO y Macri tienen una fuerte influencia de la idea de emprendedurismo y de que el éxito económico en el mundo de las empresas se puede traducir en eficiencia en la gestión. Esto lo dice por ejemplo Gabriel Bomaro en su trabajo sobre el PRO y Cambiemos. Yo hice el trabajo de campo antes de que Macri fuera presidente y para mí lo más importante es cómo muchas de estas prácticas e ideas circulan por afuera y más allá de los discursos políticos. A veces, como en este caso de Macri, esos discursos se montan y se ven afinidades, pero no siempre lo político y las identidades de la autorealización personal coinciden. Pero sí, el macrismo tiene un discurso más afín a estas ideas.
Una de las cosas que produce en mucha gente leer libros de Robert Kiyosaki, u otros del género, es una sensación de tristeza, soledad, frustración, de sentir que se hizo todo mal, que se llegó tarde
— ¿Crees que estas nociones son atajos del sistema para cubrir algunas de sus falencias, por ejemplo en el mundo laboral?
— En el capitalismo de los últimos 40 años se alteró mucho la noción de que el trabajo es una cosa más o menos estable. Cada vez más se flexibilizó y se puso a la gente en una situación complicada. Entonces, lo que los libros hacen dar el diagnóstico: el trabajo y las condiciones ya no son las del pasado. E intentan proveer una especie de proyecto para cambiarse a uno mismo, adaptarse y convertirse en el único responsable de los resultados que se tengan en términos económicos. Pone todo el peso exclusivamente en el individuo, en sus miedos, y ofrece, en el caso específico de la autoayuda financiera, vivir de inversiones. El acento está en las nociones de libertad, aventura y flexibilidad. Descarta la búsqueda de seguridad como algo virtuoso, pero la seguridad es algo que también necesitamos. Es como una paradoja, se promueven ciertas virtudes interesantes, pero por otro lado es un camino muy cuesta arriba para muchos.
— ¿La idea de fondo termina siendo más negativa que positiva?
— El libro tiene un abordaje empático y la idea es no juzgar a nadie. Dicho esto, creo que hay una parte negativa grande cuando se ignoran cuestiones más estructurales, de contextos económicos que le hacen mucho más difícil a algunas personas la movilidad social. Se las culpa de sus «fracasos» como si solamente dependiera de ellos. Esa es una parte negativa muy grande. Una de las cosas que le produce a mucha gente leer libros de Robert Kiyosaki u otros del género, es una sensación de tristeza, soledad, frustración, de sentir que se hizo todo mal, que se llegó tarde. Sentir que estuvo mal haber valorado la seguridad laboral. Encontrarse con otra gente a la que le pasa lo mismo es una manera de conectar.
— La idea del fracaso como algo bueno, que empuja, está también siempre presente en estas teorías.
— Sí, es muy fuerte que los fracasos sean vistos como una fuente de aprendizaje, de hacerse más duro. Tiene sentido la idea de que los fracasos no son definitivos y de que todos nos podemos levantar, pero también se puede caer en la sobreestimación y no prepararse lo suficiente para situaciones que pueden dejar a la gente en condiciones muy difíciles, con consecuencias graves.
— ¿Cuál es la diferencia entre esos foros en EEUU y en la Argentina?
— Los libros están escritos en Estados Unidos, para ese público y con referencias concretas de sus vidas económicas y financieras. Igual son muy exitosos acá: la gente se da cuenta que están hechos para otros contextos, no para la vida económica de Argentina que es mucho más complicada, pero igual se enganchan. La propia autoayuda financiera proclama que no hay que rendirse ante nada, y que echarle la culpa de tu performance económica a las vicisitudes de la economía, la argentina en este caso, es rendirse ante lo externo y no trabajar en lo interno.
Es muy fuerte que los fracasos sean vistos como una fuente de aprendizaje, de hacerse más duro
— ¿El perfil de personas es similar en ambos países?
— Sí, en general es bastante similar. Es gente de clase media, media baja; trabajadores. Es muy amplio el espectro, pero se puede decir que son personas que trabajan muchas horas y tienen la sensación de no estar gratificadas. Igual, esa es la realidad de la mayoría de la gente en todo el mundo.
— ¿Identificaste algún rasgo sectario en estos grupos?
— No, hay una amplitud grande. Muchos fans de la autoayuda financiera vienen de la autoayuda en general y otros lo ven simplemente como algo vinculado a los negocios. La gente que conocí no era diferente de otra, o especialmente sectaria o especialmente creyente. Pero para todos la cuestión de alcanzar la libertad financiera es muy importante.
— En estas reuniones se juega un juego de mesa que sale de los libros de Kiyosaki, el Cashflow. ¿Cómo lo definirías?
Es un poco como el Monopoly, pero con las categorías de Kiyosaki. La idea es que uno entienda cómo se reacciona ante ciertas cosas y cuánto de atracción por la seguridad o por riesgo tiene. Yo soy etnógrafo, eso quiere decir que hago observación participante, y buena parte de mi trabajo de campo fue ir a los grupos y jugar CashFlow.
La propia autoayuda financiera proclama que no hay que rendirse ante nada, y que echarle la culpa de tu performance económica a las vicisitudes de la economía, la argentina en este caso, es rendirse ante lo externo y no trabajar en lo interno
— ¿El objetivo es traducir el juego a negocios reales?
— Uno se divierte, pero los organizadores dicen que si no se usan esos conceptos para la vida real, no lo estás tomando en serio. Y de hecho la comparación con la vida real se hace todo el tiempo y no necesariamente la vida de los jugadores sino una más o menos imaginaria en la que siempre hay oportunidades y se pueden vencer las dificultades. Un modelo en el que hay que ir comprando activos, venderlos, aumentar el valor, hacerse de más capital, volver a invertir y así. Finalmente, el ingreso por inversiones es mayor que los gastos y se puede renunciar al trabajo. Un supuesto modelo que da herramientas para entenderse a uno mismo, saber qué tanto está dispuesto a hacer y cómo reaccionar. Todo eso se tiene que llevar a la vida real.