“Cortázar nació circunstancialmente en Bélgica, se enroló en Distrito Militar 21 de Saladillo y murió en París»

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CIENTO  DIEZ  AÑOS  DEL NACIMIENTO DE JULIO CORTÁZAR (   26-08-1914)

“Cortázar nació circunstancialmente en Bélgica, se enroló en Distrito Militar 21 de Saladillo y murió en París.  En un pasaje de su obra “UN TAL LUCAS” así recuerda a nuestra ciudad: “…Del país me queda un olor de acequias mendocinas,  los álamos de Uspallata, el violeta profundo del cerro de Velasco en La Rioja, las estrellas chaqueñas en Pampa de Guanacos yendo de Salta a Misiones en un tren del año cuarenta y dos, un caballo que monté en Saladillo,…”, miles y miles lo recordamos aquí y en mundo leyendo o releyendo  sus obras”.  Carlos  Antonio  Gorosito.

“1914. Año de conflicto para el mundo, occidente se partía en dos gracias a un conflicto fratricida. Mientras el hemisferio norte se desangraba, a fuerza de plomo y bayoneta, al corazón de esa Europa desgarrada llegaba un niño que revolucionaría, a su manera, las letras universales. Y digo niño, y remarcó niño, porque es lo que fue durante toda su vida nuestro querido y entrañable Julio Cortázar. Y digo niño, y remarcó  niño, porque la desbordante imaginación de Julio, plasmado en cientos  de textos que forman parte del acervo universal de las letras, parecía la de alguien que todos y cada uno de sus días encaraba el mundo con la inocencia de quien ve  las cosas por primera vez. Un niño tan argentino y universal como puede serlo aquel que representó lo mejor de nosotros, y que sin embargo le tocó nacer y morir fuera de su tierra.

Ese universo literario formado por cronopios y por famas, por personajes que habitan las páginas de Rayuela, Un tal Lucas, El libro de Manuel, Ultimo round y tantos otros confirmaron que una nueva forma de narrar era posible. Julio Florencio Cortázar Descotte, quién a veces le gustaba firmar como Julio Denis, y que escribió su obra tanto en español como en francés, dio sus primeros pasos en la docencia en nuestra  región,  en Chivilcoy y en Bolívar, y pasó algunos veranos en Saladillo (el distrito militar de nuestra ciudad le correspondía). Partió luego a Francia, y vivió allí hasta el fin de sus días.

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El propio Julio, en una entrevista, contaba lo que para él era el mundo de las letras, y en definitiva, su cosmogonía. Decía Cortázar: “Yo creo que desde muy pequeño mi desdicha y mi dicha, al mismo tiempo, fue el no aceptar las cosas como me eran dadas. A mí no me bastaba con que me dijeran que eso era una mesa, o que la palabra madre era la palabra madre y ahí se acaba todo. Al contrario, en el objeto mesa y en la palabra madre empezaba para mí un itinerario misterioso que a veces llegaba a franquear y en el que a veces me estrellaba. En suma, desde pequeño, mi relación con las palabras, con la escritura, no se diferencia de mi relación con el mundo en general. Yo parezco haber nacido para no aceptar las cosas tal como me son dadas” (1). Las letras eran su mundo, y su mundo eran las letras. La palabra era la puerta de entrada al universo en donde su imaginación no conocía límites. Fue la escritura, sea esta ficción, crítica, ensayo, y también poseía. Poesía en verso, y poesía en prosa, como lo eran los juegos literarios que a él siempre le gustó jugar. Porque para Cortázar la vida tenía una dimensión lúdica que la llevaba a la literatura, porque la vida y la literatura, como él mismo lo dice, eran una sola y misma cosa.

Tenemos el privilegio de que  Cortázar sea nuestro. Nuestro por la lengua, pero también por sus raíces. Me toca disfrutarlo desde siempre como lector, y hoy es una oportunidad para rendirle un homenaje en el ciento diez aniversario de su nacimiento. Cortázar es un autor querido, un autor entrañable, un escritor de esos que modificaron para siempre la literatura. Un autor que nos permite disfrutarlo en sus variadas formas, desde el ensayo, la ficción o la crítica, como decía más arriba, como así también desde la traducción, como la obra de Edgard Allan Poe o las “Memorias de Adriano” de Marguerite Yourcenar o el “Robinson Crusoe” de Daniel Defoe. 

Estos ciento diez  años con Julio deben servir como excusa para volver a su obra, o para iniciar, si aún no lo hemos hecho, un recorrido a un mundo fantástico, poblado por personajes y sensaciones que solo los mejores escritores son capaces de crear, y Cortázar es, sin duda alguna, uno de los mejores. Como todo clásico, Julio lo es, su obra es atemporal. Hoy, como ayer, mantiene viva su frescura, su calidad, él vive en sus mejores páginas. Por eso, feliz ciento diez  años Julio Cortázar, felices ciento diez jóvenes años, porque aunque sus restos descansen en una tumba en el cementerio de Montparnasse, en su querido París, su obra sigue viva para todos nosotros. Julio  Cortázar   nació  el 26 de agosto de 1914, Ixelles, Bélgica y falleció 12 de febrero de 1984, París, Francia y se enroló en lo que entonces era el Distrito  Militar  21 de Saladillo,  en “UN TAL LUCAS” recuerda de esta manera a nuestra ciudad: “…Del país me queda un olor de acequias mendocinas, los álamos de Uspallata, el violeta profundo del cerro de Velasco en La Rioja, las estrellas chaqueñas en Pampa de Guanacos yendo de Salta a Misiones en un tren del año cuarenta y dos, un caballo que monté en Saladillo,…”. Miles y  miles de personas  lo recordamos  en nuestro país y en mundo leyendo y releyendo   a obras de este Argentino Universal.”

(1) De una entrevista con Mario Goloboff, en “Julio Cortázar: la biografía”, Seix Barral, Barcelona, 1998

Carlos  Antonio  Gorosito, Ex – Intendente Municipal (1991-2015),Saladillo  26 de agosto de  2024.