El duelo de dos estrategas. El contrapunto entre dos propuestas igual de sólidas e igual de atractivas. La reedición de una rivalidad llena de capítulos épicos. Un boleto a las semifinales de la Copa Libertadores de América, nada menos, en juego. Y un antecedente fresco que permite intuir, pero de ninguna manera aseverar, lo que ocurrirá esta tardecita en Núñez, cuando River e Independiente se vean las caras e n un partido que se presenta lleno de atractivos.
La cátedra, el pulso de la calle, ubican a River un escalón arriba de Independiente. Avalan a los de Marcelo Gallardo las diferentes actualidades, los últimos resultados y unos cuantos rendimientos individuales, a un lado y al otro. River luce ambicioso en cada arranque de partido, dueño de una presión que asfixia. Intenso y voraz. Atrás parece haber quedado aquel equipo que atacaba pero no concretaba; pero queda, de aquél, la solidez defensiva. Lo sufrió Boca la semana pasada en la Bombonera y lo había sufrido Racing en la revancha de los cuartos de final del Monumental. Fútbol y goles.
Enfrente, Independiente llega inmerso en una crisis de identidad. Aquella definición de la Recopa ante Gremio, en febrero, mostró la última expresión cabal de ese equipo de Ariel Holan atildado y marcadamente respetuoso de la pelota. Después, el viaje a Japón, la salida de Barco, Tagliafico y Rodríguez, un mercado de pases no del todo afortunado, convirtió al Rojo de un equipo confiable en otro deshilachado y ciclotímico.
Y sin embargo, partidos como éstos, con protagonistas como éstos, obligan a entrarles con cautela a favoritismos y pronósticos. A los desiguales momentos, e incluso al peso específico que suele representar para Independiente el estadio de River, deben oponérsele un par de elementos.
El primero, claro, es el antecedente más inmediato. Esa igualdad sin goles de la ida en la que arrancó mejor River (un 2-0 en ese lapso no habría sorprendido a nadie) y que terminó haciendo figura al arquero Campaña, pero que Independiente emparejó en el complemento, cambio de esquema mediante, hasta obligar a Armani a esa estirada inolvidable.
El segundo elemento tiene nombre y apellido: Gonzalo Martínez, seguramente el apellido más determinante de los jugadores de campo de ambos conjuntos. Gallardo contó con él en el arranque de la práctica de ayer, pero rápidamente dejó su lugar y se desvaneció así toda chance de tenerlo en el clásico. Semejante ausencia -jugaría Juanfer Quintero- puede pesar. Eso sí: vuelve Nacho Fernández, con lo que River recupera juego y dinámica.
Si en el local está todo más o menos claro -el planteo, el empuje del público, la presión en el inicio- un gran signo de interrogación rodea a Independiente. Nunca se sabrá si el hermetismo de Holan es premeditación, cautela o inseguridad. Lo cierto es que arriesgar una formación y una táctica antes del partido puede ser temerario. Inició la ida con una formación y la cambió dos veces en 90 minutos. Y ayer, en el ensayo general, insistió con aquellos once con los que terminó. ¿Serán finalmente cinco defensores, un volante de salida (Hernández) y cuatro atacantes?
Especulaciones al margen, algo está claro: hoy por hoy, pocos choques pueden ofrecer el atractivo de River-Independiente. Una derrota es el adiós. Una victoria -para la visita, un empate con goles-, la chance de seguir soñando. Nada menos.